🎈De Ben al hipocondríaco más encantador

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A un obsesionado con la salud.

Eddie... ¿recuerdas a esa bola de nieve que se hizo tu amigo a los 13? Pues es la misma que te está escribiendo justo ahora. Sé que muy probablemente las cartas ya te caen gordas porque los demás perdedores también acordaron escribirte una, pero déjame aclararte algo: el que hayas muerto no es sinónimo de que ya te libraste de nosotros, así que al menos deberás soportar nuestras despedidas.

Fuiste un muy buen amigo. El día en que nos conocimos fue uno de los más raros de mi vida. De camino a la farmacia no parabas de decir cosas de la SIDA y no sé qué. Luego empezaste a hablar de que tal vez debería amputarme la cintura y sobre lo peligroso que era que la sangre que tenía en la camisa tuviera algún contacto con Bill quien me llevaba en su bicicleta, para que tuviéramos cuidado extremo.

Debo admitir que me dejaste muy asustado, pero cuando te fuiste con Stan y Bill a conseguir vendas y desinfectante para mi herida Richie me contó chistes muy malos que lograron animarme al menos y me aclaró que tú siempre eras así con respecto a la salud; aquello logró calmarme. Y mientras prácticamente me "hacías una cirugía", tú y el resto de los perdedores me contaron varias cosas ocurridas en Derry de las que no había investigado para que me actualizara, incluyendo lo que todos pensaban sobre Beverly Marsh.

Tú jamás te burlaste de mi sobrepeso, ni me insultaste por mi gordura, o me excluiste de nada. Por eso era casi imposible enfadarse contigo. Creo que la única ocasión en la que me hiciste enojar fue aquel día en que les mostré la Casa Club. Había puesto muchísimo esfuerzo por adecuar esa excavación para nosotros y tú literalmente llegaste a regañarme por arriesgar mi vida y la de todos estando ahí. Y sin embrago nos contentamos como a los cinco minutos.

Al final, tu sermón sirvió de algo, pues días después comenzaste a explicarme todo acerca de los permisos y códigos de seguridad que conocías, y me dijiste lo que debía hacer para conseguirlos en un futuro. Aquello me ayudó muchísimo en mi carrera; me aprendí todos tus consejos la tarde en la que me los compartiste y nunca los olvidé, así que estoy endeudado contigo por esa ayuda brindada.

Fueron muy lindos esos días en los que solíamos pasear con los demás y nos olvidábamos de todo. Y todas esas noches en las que nos quedamos en la Casa Club a dormir, o en la casa de alguno de nosotros, a pesar de que siempre te quejabas de algo que lograbas encontrar (quién sabe cómo); eran algo tristes las noches en las que tu madre no te dejaba ir.

Y también fue muy triste ese periodo del verano de 1989 en el que el Club de los perdedores se dividió. Extrañé mucho tus charlas infinitas sobre infecciones y enfermedades, y hasta las peleas que mantenías con Richie de la gordura de tu madre o algo así. Y cuando el club volvió a juntarse, solías regañarme por no confesarle a Beverly lo que sentía por ella, además de decirme que ya todos lo sabían desde antes de que la sacara del trance ese en el que la metió Pennywise; quizá lo hice tarde, pero te obedecí, y ahora (al fin ¿no?) Bev y yo estamos saliendo.

Muchísimas gracias por siempre animarme ante todo. Eres inolvidable para mí.




Ben Hanscom.

A letter to a loser  (𝑬𝒅𝒊𝒕𝒂𝒏𝒅𝒐)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora