El Viajero

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No era un dios olvidado, pero tampoco uno muy adorado. Era conocido por algunos piratas y comerciantes pequeños, era una historia para una noche de campamento o para alguna campaña por las estrellas: Dalk el dios viajero. Era un dios joven, cuerpo de niño y rasgos andrógenos, visto de lejos pasaría por una niña.
Conocido con pocos nombres y en ocasiones sólo como "viajero", fue bautizado Dalk por el dios padre, Dalkcy por algunos creyendo qué era una diosa infante pero solo eso, ya que poco dedicó a darse a conocer pues solo de dedicó a viajar y conocer. Quienes conocen su nombre son afortunados que lo encontraron en su camino y los que bendijo por su amor a la aventura. El trotamundos, de los dioses más simples y dedicados a su propósito y nombre... Hasta que se metió con la muerte.

A oídos del Señor de la Oscuridad llegó su nombre, aquel que sabe todo lo que saben los muertos supo que había alguien que ofrecía algo más allá de la muerte, pero éste no era un dios falso, no, era uno de sus hermanos y eso lo enfureció. Repudiado, exiliado y en soledad solo eso le faltaba, ser reemplazado. Tomó a Azu (había así nombrado a la espada de su hermano porque ahí mismo había encerrado su alma) y abrió una grieta para salir de su reino, aplazó la visita al rey fervoroso con tal de encontrar a su hermano y asesinarlo.

Le tomo 7 años encontrarlo, ni siquiera sus hadas o repartidores sabían su paradero y cuando obtenía alguna pista el trotamundos estaba ya lejos de ahí.

...

— Entonces, hermano. Dime, ¿cómo es que ofreces una alternativa a la muerte? –dijo Sirgus apareciendo frente a Dalk con Azu en la mano, esta irradiaba una titilante luz, reconocía a otro dios al estar cerca suyo.

Dalk temblaba nervioso, conocía a Sirgus y lo poderoso que era en comparación a él. El que estuviera ahí no auguraba nada bueno. Había caído en su trampa, ¡qué tonto! Como podía existir un mundo de caminos tan largos que le tomaría generaciones a una familia para recorrerlos; tentó su curiosidad, su hambre de conocer más lugares.

— No, no no, no, hermano, no malinterpretes. Yo no ofrezco alternativa ninguna a la...

— ¡MIENTES! –gritó colérico Sirgus alzando su espada a la altura de su cabeza–. Estás mintiendo. Sé que te llevas a algunos a otra vida, no sé cómo, no sé porqué, pero si quieres morir sin sufrimiento me lo dirás.

Dalk sonrió, algo en él le hizo tener confianza y una revelación.

— Hermano, la muerte es solo un viaje más.

Entonces Sirgus, que había permanecido etéreo, se materializó mostrando un rostro horroroso a Dalk, sonriendo en una mueca enfermiza llena de cólera y locura.

— Ja ja ja ja... Tú no me vas a hablar de lo que es la muerte.

Dalk se sintió fuera de sí, como si algo saliera de su cuerpo. Pensó que eso era morir, pero no, solo era miedo. Rápidamente usó su poder para intentar huir antes de que Sirgus lo atacara, dibujando una mariposa en su ojo derecho, pero no alcanzó a hacerlo. Al apenas invocar su portal, tenía los dedos de Sirgus clavados en la cuenca de su ojo derecho, y se lo sacó.

Así viajaba Dalk. Su ojo lo materializaba en cualquier lugar que hubiera visto, pudo haber huido de manera más efectiva solo cambiando de lugar, su error fue intentar huir aterrorizado a otra dimensión. Por otro lado Sirgus solo esperaba verlo activar su poder pues desconocía cómo funcionaba.

Dalk estaba atónito, incrédulo sin saber como reaccionar, ni el dolor sentía.

— Dámelo, por favor devuélvemelo –susurró apenas, le había quitado lo que más amaba–. ¡Mi mariposa!

— No, ahora es mío –Sirgus se sentía tan satisfecho.

Dalk ahora estalló. En un grito de agonía se abalanzó contra Sirgus sin pensarlo, él solo se volvió etéreo siendo traspasado sin problema. Dalk repitió la acción una docena de veces, cada vez más cansado y produciéndole satisfacción a Sirgus.

— Mátame por favor, hazlo, sin mi mariposa no quiero vivir –dijo cayendo de rodillas agotado y roto, Sirgus rió.

— Si me dices cómo lo hacías, lo haré, te quitaré tu sufrimiento.

— A los viajeros, los mejores aventureros, los enviaba a otro mundo a seguir conociendo antes de que tus repartidores los tocaran, vivirían una vida más... Ese era mi poder, ir a cualquier lugar que hubiera visto, hasta que descubrí que existen más universos que el Asha y quise viajar a ellos.

— ¿Entonces hay más mundos y... Vida? –preguntó Sirgus sumamente interesado.

— Sí, mundos que responden a otras leyes... La mariposa te lleva en un parpadeo a cualquier lugar que hayas visto pero si la dejas revolotear te abrirá un portal a otro universo. Yo solo pude visitar dos pero estoy seguro que existen miles más... Ahora si no me vas a devolver mi mariposa, mátame.

Sirgus observaba el ojo sangrante en su mano, con una pariposa multicolor en lugar del iris y pupila. Se concentró formando un cristal alrededor del ojo con la misma sangre, tardó un segundo. Después miró a Dalk, sonriente se acercó y le tomó cariñosamente de la barbilla.

— No, los que se mofan de la muerte no la merecen. Tú irás al paraíso y de ahí saldrás jamás.

Las tinieblas de Sirgus se acrecentaron llevándolos a ambos al reino de la oscuridad. Ahí Sirgus tenía un pequeño apartado llamado "paraíso", hermoso totalmente a la vista, un oasis lo llamarían los humanos. Pero era una prisión para sus hermanos, podrían ver y apreciar toda la belleza del paisaje vegetación, tierra, aguas y animales, pero no podrían jamás interactuar con ella, tocarla, oírla o saborearla. Dalk fue el primero en esa prisión, siendo torturado por la eternidad, el dios viajero sin poder viajar. Hasta que su hermano Zuldar le dio paz haciéndolo dormir.

Y Sirgus usó el ojo de su hermano para llevar la muerte a otros universos.

Crónicas del AshaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora