Ukashaladamandiara

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El primero de los dioses nacido justo después de la creación, educado por el mismo Darú Asha, de niño a adulto con solo los dragones de la existencia como compañía. Dios nacido para crear, creativo y soñador. Ayudó a Darú Asha a crear todos los seres vivos cuando solo existía la roca y el viento. Es el primogénito y por ello el hijo predilecto de Darú, así como al que más confianza le tiene, incluso más que a Akuniv, el hijo devoto.

La primera creación de Ukashaladamandiara es casi un fallo, horrorosa pero funcional, unos seres de piel grisácea y deformidades que viven en cuevas cuya especie usaría después el dios padre para crear a Sirgus. Pero aún así es el más atento de los dioses ya que ama y está orgulloso de todas sus creaciones. Claro que solo favorece a aquellos que tienen la capacidad y talento de crear, a poetas y músicos, escritores o pintores, a matemáticos o sabios, a artistas e ingeniosos.

Cuando llegó a una etapa madura comenzó una vida romántica creyendo enamorarse de todo. Mantuvo relaciones con múltiples mortales hasta que se enamoró de Aselius, diosa del amor, relación que mantenían en secreto a Darú Asha ya que este les había prohibido las relaciones entre ellos pues eran hermanos. Él no toleraba al resto de sus hermanos por lo inferiores que eran en poder y la negligencia hacia los mortales pero todos le tenían "respeto" pues sabían cuan colérico y caprichoso era, así como peligroso. Así como creaba podía borrar de la existencia incluso a ignorancia de Darú Asha, así todos ocultaba su amorío incestuso e incluso lo cuidaban de Akuniv.

Sirgus era el único a quien Ukashaladamandiara le tenía algo de aprecio. Le tenía respeto por su diligencia ante su tarea y demasiada admiración ante lo que era, un ente sin vida, él mismo no comprendía como Darú Asha lo había logrado. Lo atribuía a la misma esencia de los dragones de la existencia pero no podía probarlo y por más que cuestionaba a su padre él solo lo evadia y repetía la repulsión que sentía hacia Sirgus.
Así Ukashaladamandiara visitaba mucho a Sirgus, a veces solo lo seguía y observaba, en otras ocasiones le preguntaba cosas para mantener una conversación, que realmente no iba más allá de una respuesta contundente de Sirgus.

— ¿Por qué trabajas tanto, eh? Dime –cuestionaba con voz juguetona a Sirgus.

— Porque es mi trabajo, no hay otra razón de mi existencia –respondía Sirgus con voz monótona mientras el cadáver caía al suelo.

— ¿Pero te gusta? ¿Eres feliz haciéndolo? –Ukashaladamandiara estaba exageradamente entusiasmado por cada respuesta de su hermano, era tan predecible las personalidad del resto de sus hermanos, los sentimientos de los mortales pero Sirgus le parecía tan fascinante.

— No me gusta o me disgusta, nada de hecho, y no sé qué es felicidad. Simplemente hago lo que padre me dijo que fui creado para hacer y es lo único que sé hacer –una familia entera se dormía para siempre, el invierno era cruel.

Ukashaladamandiara se preguntó cómo sería si su hermano tuviera sentimientos, si los comprendiera y conociera cómo lo veían el resto y el mismo Darú Asha. No podía cambiar la  naturaleza de Sirgus, pero podía mostrarle la verdad y hacer que él cambiara por sí mismo. Se acercó a Sirgus y muy cerca al oído le susurró:

— Darú Asha no es tu padre, es tu amo. Para él no eres un hijo, eres un esclavo al que desprecia.

No le importó cómo podía repercutir eso en el universo. Sólo quería saber qué podía ser de él. Se fue feliz de haber plantado la semilla de la discordia esperando saborear el fruto de ello algún día.

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