Dama De Los Sueños

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Zuldar, en unas culturas nombrada Zul, diosa de los sueños o diosa perezosa como lo llamaban sus hermanos. Creada por Darú Asha con el fin de dar tranquilidad y descanso del día a los seres vivos.
Era una diosa trabajadora, amaba su trabajo, se empeñaba y des vivía por él. Y cómo no, si podía ver un sinfín de seres hermosos en la vulnerabilidad y ternura del sueño. Al descansar ella les daba visiones hermosas de lo que cada uno amaba mientras les restauraba las energías. Le gustaba divertir a los niños dejándolos jugar más.

Amaba su trabajo y eso la hacía soportar las burlas de sus hermanos: "la diosa perezosa". ¿Cómo podía ser si mientras ella trabajaba su hermanos solo la pasaban en banquetes y fiestas entre ellos olvidando sus obligaciones? No le importaba, pero ¿la perezosa era ella solo por ayudar a descansar?

— Los seres vivos harían más cosas si no perdieran el tiempo durmiendo–, le decían.

— Pues no habría esclavitud si tú no te la pasaras tragando y bebiendo, oh poderoso dios de la libertad.

Y lejos de ver la realidad sus hermanos la juzgaban a ella y los insultos y las discusiones eran una constante. En una ocasión llegó a pelear contra Arkash, el dios de la guerra, por eso. Terminó herida en su ego al ser reprendida por Darú Asha cuando ella solo se defendía, pero claro, era su palabra contra la del resto de sus hermanos.

Cuando Sirgus fue desterrado, a ella le dolió más que ver morir a Azu, pues estaban en las mismas condiciones, odiados solo por cumplir su labor y propósito de vida. Sin embargo ella temía demasiado ser desterrada y por eso lo soportaba.
Hasta la centésima vez que pidió apoyo al dios padre para dejar de ser repudiada por sus hermanos.

— ¡Cállate ya! –gritó un padre colérico–. Ya sé que eres tú quién quiere meter la discordia entre tus hermanos y traer conflictos a mi casa, deja de mentir y sigue tu labor o...

— ¿O me desterrarás como a Sirgus? –gritó ella también, con menos potencia pero más ira.

— No menciones a ese bastardo o de verdad te desterraré.

— No es necesario, dios sabio –se burló–. Yo misma me voy que lo único que tienes de sabio es el aspecto de anciano.

Diciendo eso se giró caminando hacia la puerta dispuesta a dejar la tierra de los dioses para siempre, pero olvidando un pequeño detalle que acompañaba al destierro.

Darú Asha se puso de pie y le arrojó una de sus lanzas atravesandola.

— Has renunciado a mí, has renunciado a ser una diosa.

Con eso último fue arrojada al mundo como una humana más, sentenciada a vivir una vida sin poder dormir. Y Darú Asha creó a otra igual y le dio su poder y el mismo nombre.

Solo un mes le tomó a Sirgus enterarse de eso, cuando uno de sus repartidores tenía que recoger una vida que llevaba un mes sin dormir al borde de la locura. No la tomó ni le habló, se retiró a planear.
Un año más tarde una sombra apareció ante una prisionera sumida en la locura, encadenada por salvaje y peligrosa. Sonrió al reconocer a aquella sombra.

— Al fin vienes por mí, te tardaste demasiado, desde el primer día deseaba morir –dijo con lágrimas en los ojos recuperando la cordura en el umbral de la muerte.

— ¿Por qué mataría a mi hermana? La única que entiende y siente lo que yo, la juzgada mal solo por cumplir su trabajo, uno que es incluso más hermoso que el mío. No, yo vine a darte lo que es tuyo por derecho.

Sirgus esparció sus sombras frente a ella haciendo que poco a poco apareciera una agonizante mujer con una espada en el corazón. Sirgus le sacó la espada y con ella rompió las cadenas de Zuldar. Al estar libre pudo ver con detalle a la víctima, primero se sorprendió, luego comprendió al verse a sí misma, pues meramente ninguno de sus hermanos podría reemplazarla.

— ¿Y cómo planeas devolvermelo? Creí que solo padre podía dar y quitar nuestros poderes.

— Te lo diré con una condición...

— ¿Quieres que te sirva a ti, verdad? –interrumpió ella imaginando las intenciones al mismo tiempo que por impaciencia pues deseaba su poder de vuelta sin importarle el costo.

— Te equivocas, no te obligaría. No podría puesto que siento demasiada empatía hacía ti, ahora somos iguales. La condición es que me devuelvas la espada, la necesitas para recuperar tu poder y no quiero tener que pelear por ella contigo después de esto, así que necesito que lo jures. ¿Me devolverás mi espada?

Ella lo juró, atónita ante aquello, tan mal veía a Sirgus que pensó la obligaría a servirle, pero en sus ojos vio honestidad y se vio igual a él, repudiado por un padre solo por cumplir la tarea que este mismo les otorgó.

Con esa explicación y al terner la espada en sus manos, ella comprendió el por qué de la urgencia de Sirgus por la espada, pues era Azu, poderosa y capaz de matar y traspasar los poderes de los dioses. Al empuñarla podía sentir los gritos de Azu rogándole que no lo hiciera, la espada sufría matando a sus hermanos, pero ya no le importó. Ella quería recuperar lo suyo y después venganza. Alzó la espada y dejándola caer abrió el cráneo de su copia haciendo emanar sangre blanca y luminosa. Rápidamente se arrodilló a beberla arrojando la espada a un lado. Estaba desesperada, la bebió con tal rapidez que ni una gota llegó al suelo. Un par de minutos después la había consumido toda, su cuerpo recuperó el poder divino sanándose, no esperó nada y cerró sus ojos centrándose en todos los sueños que sucedían. Sonreía y lloraba, había vuelto a lo que amaba.

Escuchó cómo Sirgus se acercaba a recoger su espada, y después oyó sus pasos alejarse.

— ¡Espera! –le detuvo poniéndose de pie.

— ¿Qué? –Sirgus ya estaba fuera de la celda, sonreía igual que ella.

— ¿Es todo? ¿En verdad lo hiciste sin esperar nada?

— Realmente no. Esperaba que me agradecieras pero tu mirada me dice todo. Sólo una cosa más, no interfieras con mis planes contra nuestros hermanos y padre. ¿Entendido? –la mirada de Sirgus se volvió turbia de nuevo.

— De eso quiero hablar –dijo ella olvidando lo anterior–. Quiero vengarme, ayudarte en tu venganza, quiero estar contigo...

— Entonces ven conmigo –Sirgus extendió su mano transformándose en una pequeña niña, Zul la tomó.

Esa noche las personas morían en sueños quedando en coma, empezaron a existir sueños horribles, las pesadillas. Hubo insomnio y males de sueño.

Mil años más tarde, Zul supo que Sirgus tenía a Dalk cautivo. Ella tuvo curiosidad y lo visitó. Se sintió horrorizada y le tuvo lástima, pero le tenía suma fidelidad a Sirgus por lo que no lo liberó. Sin embargo le ofreció hacerlo dormir y de alguna manera ayudarlo a viajar, a lo que Dalk aceptó como último consuelo.

Por eso algunos de nuestros sueños son muy reales o no somos nosotros mismos o tenemos otra vida. Zul no tiene el poder para crear otra vida en nuestras cabezas, sino que cuando soñamos algo fuera de nuestras propias vidas de manera muy real, es Dalk viajando a través de nosotros. En ocasiones los humanos lo pueden ver como una niña persiguiendo una mariposa.

Crónicas del AshaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora