Eran las 9 a.m de la mañana de un sábado, como siempre, me quedé media hora más en cama mirando al techo y pensando porque tenía una mierda de vida. Cuando me levanté me vestí y desayuné; como siempre, mi madre y mi padre no estaban ya que se fueran a trabajar. Mientras desayunaba pensaba en que la vida sólo servía para tres cosas: trabajar, comer y sexo. Metí la taza y fuí a mi habitación con mi portátil, la habitación estaba hecha una mierda, pero me senté por encima de toda la ropa de la silla del escritorio que llevaba allí por lo menos un siglo. Me puse a escuchar canciones deprimentes de piano, ver las trágicas noticias de todos los días y, como no, a acosar a mis ídolos. Hacía poco tiempo que había descubierto a Magcon, así que me pasaba medio día mirando vines, videos de Youtube, poniendo comentarios en Instagram y mirando todos sus tuits. A la hora de comer llegaron mis padres, me echaron la bronca "porque tenía mi habitación así" y blablabla, mierdas varias que no escuché. Al terminar de comer, me volví a meter en mi habitación con mi portátil.
Así transcurría mi asquerosa y aburrida vida. Algunas veces salía por la noche con las pocas amigas que me quedaban a quitar mis penas con ginebra y respirando ese olor tan peculiar de los porros.
En la escuela estaba bastante bien era una chica que se metía en pocos problemas, sacaba buenas notas e intentaba parecer alegre y graciosa, aunque algunas veces parecía una completa gilipollas.
Cada día, cada semana, cada mes que pasaba me encerraba a mi misma y me metía cosas que no debía, también, cada día me iba gustando más Magcon, pero especialmente me encantaba Hayes Grier, el chico de muy buen ver y las fosas nasales abiertas que me ponían cachonda. Era estraño que me gustaran tanto, ya que no me parecía nada a ellos y tampoco me gustaban ese tipo de personas.
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