Hay imágenes que no merecen ser traducidas a metáforas

2.1K 240 72
                                    

Anger and agony are better than misery
Trust me, I've got a plan
When the lights go up, you'll understand

Pain, Three Days Grace

***

Le caga soñar. Lo odia. Los sueños le recuerdan lo que es y lo que no quiere ser. Le recuerdan que no siempre fue Dabi con su media sonrisa y la flama azul en sus manos, dispuesto a quemarle los huesos a alguien. Le recuerdan de un tiempo en el que no quiso quemarse a sí mismo, en el que los pedazos morados y putrefactos de su piel eran sólo piel.

Le recuerdan que aprendió a llorar en silencio porque pedir ayuda a gritos no servía de nada.

Los sueños se alimentan de su memoria y él se revuelve en ellos. Pega patadas que despiertan a Shigaraki, mueve los brazos, intentando liberarse de un monstruo que ya no está ahí. Y se despierta como cuando tenía diez años: sudando y con la respiración pesada, sin creer que está vivo —y lamentándolo—. La única diferencia entre su yo de diez años y él que está en la misma cama de Shigaraki es que al segundo no le importa ser un monstruo.

No, no es sólo eso.

Lo abraza. Se abraza al monstruo. Se convierte en él y lo encarna porque es la única manera en la que soporta la supervivencia.

Shigaraki lo abraza por detrás.

No. Lo agarra.

El verbo «abrazar» implica ternura y él no la siente desde que su madre no está con él. Ni la recuerda, porque la ternura siempre acababa en un golpe más —sobre su piel o la de otro— y en más lágrimas y desesperación y todos esos sentimientos de mierda que quiere volver cenizas con las llamas.

—Puedo liberarte del sufrimiento.

Cuatro dedos a un lado de la cadera. Cuatro dedos en el otro.

Dabi no sabe si se refiere a volverlo polvo o a otra cosa. Como si le importara. No tiene ni fuerzas para rebatirle —en vano, porque Shigaraki sólo escucha lo que quiere oír— que lo que tiene no se llama sufrimiento.

No porque no lo sea, sino porque se niega a darle ese nombre a su rutina.

—Hazlo.

Shigaraki se acerca todavía más y pega los labios en su cuello. Muerde. Dabi echa la cabeza para atrás.

Por un momento, se siente vivo.

***

El juego de estar entre la vida y la muerte se vuelve viejo, pero los jugadores nunca se cansan de jugarlo.

No importa cuál sea el resultado, la victoria es para Dabi.

***

Hay rutinas más soportables que otras. Shigaraki arañándole la espalda es una que no le importa. Siente sus uñas mal cortadas —porque el cabrón no puede usar bien un corta uñas aunque su vida dependa de ellas— sobre su piel y sabe que lo va a dejar lleno de rasguños. No le importa en lo más absoluto.

Qué es una marca más cuando te engrapas piel con piel para parecer vivo.

—¿No hay noticias de Toga y de Twice? —pregunta Dabi.

Shigaraki gruñe.

Eso debe significar un no.

Así que Dabi lo deja hacer. Lo deja besarlo hasta que parece que va a arrancarle los labios a mordidas y marcarle la espalda con el mapa de sus uñas.

Y, cuando acaba, lo mira y sonríe de lado.

—No soy sólo una máquina para descargar tus frustraciones, ¿sabes?

Patética imitación de romance [Shigadabi] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora