Patética imitación de romance

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So what if you can see the darkest side of me?
No one would ever change this animal I have become
And help me believe it's not the real me
Somebody help me tame this animal

Animal I Have Become, Three Days Grace

***

Lo ve y entiende.

Es enfermizo.

Es una adicción de la que nadie puede recuperarse, porque lo tiene agarrado a uno por el cuello, amenazando con poner el quinto dedo.

«Un día vas a matarme». Eso es lo que no le dice. Esas palabras nunca salen de sus labios.

—¿Cómo imaginas que arda el mundo? —pregunte Shigaraki. Lo tiene pegado contra la pared y él no se atreve a respirar.

Traga saliva y le cuesta responder.

—Hermoso —responde.

Todo lo que arde es hermoso y horrible a la vez.

***

Muchas veces se ha imaginado a Enji Todoroki ardiendo envuelto en fuego azul. Cuando lo hace, sonríe.

Shigaraki le pone un dedo en las comisuras de los labios, buscando atención.

Dabi alza los ojos y se reconoce en ellos.

Son producto de un mismo molde roto mil veces.

Así que lo agarra por la playera y lo atrae hacia sí. Lo besa como si el mundo fuera acabarse en los próximos dos segundos y él quisiera acabar de destruirlo.

***

No le suplicó una vez a Enji Todoroki que lo matara.

Fueron muchas.

Las suficientes para odiarlo.

Las suficientes para temer su mirada furiosa, impasible ante la sangre y las lágrimas y el vómito.

Cundo despierta a las tres de la mañana y encuentra a Shigaraki viéndolo sufrir, sin saber sin despertarlo o deleitarse en el espectáculo, se le clavan sus ojos y le parece ver toda la comprensión que nunca tuvo antes.

Shigaraki está igual de jodido.

Por eso lo entiende.

Le pone los dedos bajo la barbilla mientras se sienta encima de él.

—Dime que te ayude a olvidar —pide.

«Suplícame», dice su mirada.

Dabi quiere rebatirlo, decirle que él nunca va a suplicar por nada, no después de todas las veces que suplicó por la muerte sin conseguirla. Pero hay algo en sus ojos que lo entiende, aunque no le importe su sufrimiento.

—Por favor.

Las palabras salen como un suspiro que odia oír en su voz.

Shigaraki le hace polvo la ropa para no forcejear quitándosela.

***

Nunca hay ternura en sus dedos y tampoco la hay en los de Shigaraki. Su tacto desea destruirlo todo tanto como se ha destruido a sí mismo.

Shigaraki y él están metidos en un círculo vicioso y no le importa.

—Pronto cambiará todo —dice el otro, en su oído—. Lo siento en el aire.

Dabi no pregunta qué.

No teme.

El cambio siempre es necesario para arrasar con todo lo que existe. La era de los héroes merece acabar con lágrimas y gritos y súplicas. A veces lo imagina y se deleita. Sonríe como niño.

Patética imitación de romance [Shigadabi] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora