Capítulo I: Despertar

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El sonido es incapaz de llegar a cualquier oído. No hay aves en el cielo, y el paisaje se inunda de un mar que parece infinito. La caída ha sido tan impactante que los sentidos de Elizabeth tardan en reaccionar. Su mente se encuentra nublada por el shock de adrenalina que ha sufrido su cuerpo. Esta sentada sobre tierra, pero todo lo que ve es el azul del océano. Sus brazos abrazan sus piernas y no para de temblar. A penas y logra percatarse del lugar en el que está: arenas tibias, árboles y arbustos gigantes, y ese zumbido en sus oídos que no parece querer irse. Junto a ella, hay tumbados sobre la superficie dos cuerpos.

-Todo va a estar bien, todo va a estar bien- Repite en su cabeza como un mantra. "Todo va a estar bien, todo va a estar bien", pero nada lo está, ella lo sabe. Desde que vio a las asistentes de cabina corriendo nerviosas, supo que ya nada volvería a estar bien.  Presiona con fuerza sus ojos y trata de imaginarse en otro lugar, en casa, con George a su lado, recostados sobre el sofá viendo alguna serie de televisión,  todo parece en calma, se siente a gusto, todo es apacible, nada se encuentra fuera de lugar, hasta que un sonido la devuelve a la realidad: Sigue en esa isla apartada, dos cuerpos a su lado y nada más que el océano los acompaña. Pero... ¿Qué es ese sonido tan lejano que la hace volver? Parece un animal salvaje ahogándose con su propia saliva. Elizabeth puede oirlo cada vez más cerca, a medida que su audición vuelve y el zumbido en los oídos desaparece, mas no quiere abrir los ojos, no quiere encontrarse a la realidad que ha caído sobre ella. El sonido se clarifica, no es un animal, y no está lejos, es él. Uno de los cuerpos junto a ella se retuerce,  afirma sus brazos en la arena y toce con fuerza, parece haber tragado toneladas de agua salada, que ahora expulsa de su boca sin tapujo.

-¿Estás bien?- Es lo que Elizabeth quiere preguntar, pero de sus labios no sale palabra alguna, le sorprende que ese chico esté vivo, aunque no tiene claro cuanto tiempo ha pasado, está segura de que lleva horas observándolo  moribundo en la arena, sin moverse, sin respirar.

-¿Estás bien?- intenta esbozar de nuevo sin éxito, de su boca sólo parecen salir aislados gemidos. El joven a su lado deja de toser, y vuelve a tumbarse en la arena. Esta vez, comienza  a llorar. Elizabeth no puede evitarlo, se une a él con un llanto penoso, a penas y salen lágrimas por sus ojos, y aunque intenta gritar desesperada, nada más que sonidos sin sentido salen desde su garganta. ¿Cómo puede ser posible que esto ocurriera?, ¿En qué momento su vida tranquila y feliz se transformó en esto? ¿Es que acaso no hubiera sido mejor morir en ese accidente de avión?, hubiera sido más fácil sin duda, ahora se encuentra encerrada en esa isla, y ya nada podrá volver a ser como antes.

Lo que queda por vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora