Susurros de amor

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Desde que Aomine se enteró que sería padre, sintió que su vida se hundiría poco a poco.

Ni él ni Kagami lo habían deseado, es más, ni siquiera habían pensado en que sería posible.


Era verdad que se tenían ganas, sexualmente y de cualquier otra forma ya que siempre se la vivían peleando.


Aomine sabía que Tetsu; su mejor amigo era doncel y el castaño ese al que apodaban chihuahua. También Kise lo era, Sakurai; su compañero también.


Todos los donceles tenían esa particularidad en común, no eran débiles; porque, que doncel o mujer seria débil al traer una nueva vida en su interior, pero ellos eran más... delicados hasta cierto punto. Sus cuerpos eran más definidos que un varón; no con tanta musculatura, sus pieles eran más delicadas, sus rostros más perfilados.


Las mujeres eran un mundo diferente a los donceles, menos complicadas en lo que a biología respectaba, pero más molestas. O al menos así era como pensaba.


Aun en algunos pensamientos, los donceles no eran tan apreciados como se debería. Aun existían familias que los abandonaban.


Y entonces estaba Kagami. Era casi de su estatura, tenía músculos que podría presumir como cualquier varón. Pero también tenía una cintura envidiable, esa atracción que mujeres y hombres apreciaban por igual.


Nunca se preguntó o le pregunto si era un doncel. Seria vergonzoso preguntarle, y obviamente a pesar de todo, Aomine no tenía el valor suficiente para preguntarle.


No supo como pero una cosa llevo a la otra y; de pronto, una noche estaban ambos en la cama revolcándose como animales. Aomine sabe que Kagami no le mintió, nunca le oculto nada porque no había nada que se le debiera ocultar.



Kagami ahora tenía 7 meses de gestación.


Increíble ¿No?



Kagami lo supo apenas dos meses atrás. ¿Cómo paso? obviamente porque tuvieron sexo sin protección, pero la pregunta iba más allá de la unión carnal.



Su relación siguió igual después de esa noche, y como esas hubo otras más. No sabía que era lo que tenían, pero de esa manera estaba bien para él y por lo visto para Kagami también.



Entonces llegaron los síntomas, aunque en ese momento ninguno de los dos lo sabía.



El cansancio, el exagerado sueño. La falta de apetito; cosa que le impacto ya que el pelirrojo comía hasta por cinco. Aomine lo supo después por su madre, que la razón por la que sus encuentros sexuales se multiplicaran fuera que de alguna manera, el embarazo potenciaba ese "no sé qué" que hacía más deseable al embarazado.



Desde entonces su tiempo y su espacio se ha visto reducido a un torbellino de emociones difusas, dolor, pesadez, flojera, indiferencia. Justo como era antes.


Ira.


No contra Kagami o contra él bebe ¿Cómo podría? Pero si contra esa pequeña parte irracional de algunas personas, como los padres de Kagami por supuesto.


Aomine era un hombre que hacia valer el peso de sus actos, responsabilizándose como lo que era, un hombre honorable.



Aun así no podían pedirle que se comportara como lo que no era, un adulto maduro.



Como esa tarde, en la que llegase a su casa y en lugar de ser recibido por su madre, escuchara los sollozos desde el cuarto de baño, junto con las arcadas y sonidos de vomito en el escusado.



Aokaga Month AgostoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora