INQUEBRANTABLES

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Aomine se hallaba en la tranquilidad de su oficina, le había dicho a su secretaria que no quería visitas, así se tratara del primer ministro, del rey de un país lejano, no los recibiría.

El teléfono así como el intercomunicador estaban desconectados, no deseaba ver ni escuchar a nadie.

Lo único que era digno de su atención se hallaba entre sus manos.

¿Quién iba a decir que un trozo de papel de a penas por 5 cm tendría toda su atención?

Pues así era.

Aomine realmente no podía distinguir la forma exacta de la figura en ese trozo de papel, pero sabía que esa forma inexacta era la figura de bebe. Bebió su copa de alcohol de un solo trago, soportando el calor bajar bajo su garganta mientras delineaba con uno de sus dedos la forma en la imagen.

Un bebe.

Tan pequeño, tan indefenso.


Dejo de la lado la imagen, sacando del mismo sobre varias más imágenes, mismas que habían sido entregadas a esposo, su Taiga. La alegría al entregarlas y al recibirlas, Aomine aún lo tenía grabado en su mente.

Después de que le pidiera matrimonio esa fue la noticia más feliz que su; en algún momento inmundo ser, no pensó que recibiría.

Pero... no de esa forma.


Podía recordar cada momento de felicidad con su ahora esposo, cuando se conocieron, cuando de una forma y otra se vieron como rivales, luego esa amistad que se volvió algo cálido que ninguno de los dos supo interpretar, luego la astucia de su mejor amigo; es decir, Kuroko, al reunirlos y prácticamente explicarles con frutas lo que ambos sentían, sin saber; o quizá sí, que esa misma noche acabarían juntos de la mejor de las maneras.


Aomine le prometió esa noche a Kagami que no lo abandonaría, le prometió miles de estrellas y galaxias enteras, le prometió que le apoyaría en sus sueños e ilusiones y a cambio Aomine recibió el mismo amor que le profesaba.


A pesar de los tiempos difíciles, de sus años de academia, de las discusiones cuando Kagami era por demás temerario en la estación de policía, de las contadas veces que Aomine recibió una bala. A pesar de todo, ahí estaban. Juntos e inquebrantables.


Inquebrantables.


Entonces sintió la vibración en el bolsillo de su pantalón, sobresaltándose por la sensación. No le importo volcar la silla, haciendo un descomunal ruido en la oficina, con la seguridad de que alertaría a todos sus subordinados.




—Aomine-san, tiene que volver rápido, es Ka-Taiga...—


La voz de; no sabía quién pero estaba seguro que lo conocía, era intranquila, un gritillo agudo sobresaliente por un montón de ruidos que no comprendía.


¿Estaba corriendo?


—No pude detenerlo, lo lamento tanto ¡Apresúrese!—


Salió como el demonio que sabía se convertía en esas circunstancias, un par de oficiales le escoltaron cuando le vieron tan alterado, dejo atrás un considerable murmullo y muchos más escucho a su paso, más no le importaron.


En cuanto llego a la zona de aparcamiento no fue a su patrulla, sino que tomo su lujoso auto. Uno de los oficiales le intercepto, diciéndole que de la manera alterada en la que se veía podía accidentarse, ofreciéndose aunque amable, con algo de autoridad en su voz para ayudarle.


Aokaga Month AgostoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora