Nadie

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Kagami caminaba cabizbajo con zapatos en mano entre la maleza alta, era ya muy tarde; quizá la 1 o 2 de la mañana, pero no le importaba.



Estaba realmente molesto y triste; al día siguiente sería presentado con su futuro esposo, tres días después se casaría en una suntuosa boda y esa misma noche partiría a su nuevo hogar, el reino helado de Too, muy lejos de su paradisíaco Seirin.



Había peleado como nunca con sus padres por esa boda, pero al ser el príncipe sucesor al trono era su deber para con la corona.



Kagami no tuvo más que aceptar. Ser un miembro importante de la realeza conllevaba esas responsabilidades. Además su padre no le había dado siquiera un resquicio de información de quien sería su futuro esposo. Tenía un miedo atroz de ser desposado por un anciano cuarentón.



Cuando niño Taiga solía corretear alrededor de un príncipe de Too, le había conocido en uno de los tantos viajes en lo que había acompañado a su padre, pero no podía recordar nada sobre él.



No podía recordar su voz, su aspecto, ni siquiera su nombre.



Pero si había algo que recordaba era el color de sus ojos. De un azul tan profundo como la noche, más cuando había preguntado a su padre, este solo lo había enviado a su dormitorio a prepararse.



Era por eso que estaba ahí, en medio de la nada viendo las estrellas en un lugar al que; si su esposo lo decidía, jamás se le permitiría volver.




Era por eso que estaba ahí, en medio de la nada viendo las estrellas en un lugar al que; si su esposo lo decidía, jamás se le permitiría volver

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Los zapatos cayeron en el húmedo césped, Kagami corrió hacia la oscuridad y; de una maniobra considerada por su padre si lo veía; como peligrosa, redujo al observador de un fuerte golpe.


Le tenía pecho al suelo, brazo hacia atrás de la espalda y rodilla en el cuello.



—¿Quién eres y como llegaste hasta esta zona?— le dijo mientras apretaba un poco mas



—Si... si me dejas... respirar te lo diré, joven príncipe— Kagami ejerció más presión por pocos segundos antes de soltarle pero manteniéndolo aun abajo



—Vengo con la comitiva del rey de Too— le dijo mientras tosía —A avisar que llega con un día de retraso por el mal clima—



¿Así que alargarían su tortura? Pensó.



—Demuéstralo— le dijo, para instantes después ver la moneda brillante a la luz de la luna, una moneda del tamaño de la mano del tipo que sacase con dificultad de su chaqueta, demostrando su proveniencia, se asustó.

Kagami lo soltó al ver la insignia que le acreditaba el rango, asustado de haber arruinado el matrimonio y por lo tanto, la desgracia a su pueblo.


Aokaga Month AgostoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora