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• COMPAÑIA •
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Un golpeteo en la puerta principal, seguido por un llamado a mi nombre me despertó. Velozmente limpié mis lágrimas con la yema de mis dedos y traté de aclarar la garganta.
—Ya voy —exclamé mientras me levantaba de la cama.
Estuve un día completo sin ir al trabajo, no me sentía bien como para ir. No tenía forma de saber si alguien se había preocupado por mi, ya que no podía recibir llamadas ni mensajes.
Me maldije mentalmente por no haber pagado el teléfono de línea que hay en casa, en verdad creí que no lo necesitaría, al menos tenía una excusa para desaparecer por un rato.
Todos tienen sus momentos oscuros, y yo no era la excepción, aunque mis momentos a veces se convierten en días. Un verdadero fastidio.
Caminé hasta la puerta, y cuando estaba por abrir refregué mis ojos.
Dudé antes de tocar la perilla.
—Espero no sea Jones, me mataría si sabe que recaí, aunque él nunca viene a visitarme—. Murmuré rezando que mis ojos no estuvieran demasiado hinchados.
Abrí la puerta a medias, y asomé la cabeza, me sorprendió el ver que no había nadie esperando.
—Que extraño —susurré.
Giré sobre mi propio eje y caminé hasta el sofá, di un suspiro y tomé asiento.
Un claro sonido proveniente de mi habitación me puso alerta, no estaba seguro de lo que era, pero supuse que Crispy.
Volteé la cabeza al escuchar que el gato de ojos heterocromos maulló en una esquina de la habitación. Pero, si el del ruido no era él entonces...
Mierda, fruncí el ceño al recordar que había dejado la ventana de mi habitación abierta.
Tomé un cuchillo de la mesada y lo acomodé en mi manga, solo por si acaso. Caminé lentamente, tratando de hacer el menor ruido posible hasta mi habitación. Empujé suavemente la puerta con la punta del pie y rechinó.
