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• APARIENCIAS •
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Ember
Cuando llegué a casa, me encontré con la sala inmersa en una completa oscuridad, exceptuando la tele encendida. Divisé a mi padre en el sofá. El hombre con mayor cantidad de vello facial del que tenía en su cabeza yacía bebiendo una cerveza a sorbos, mientras hacía molestos ruidos.
Luego de dar sólo unos cuantos pasos hacia dentro.
—¿Dónde estabas? —preguntó antes de que pudiera siquiera saludar. El hombre lo dijo sin apartar la vista del televisor.
—En el centro —respondí— haciendo compras.
—No avisaste que saldrías —reprochó sin separar sus labios de la lata de cerveza con una voz áspera.
—Sólo fui a hacer compras.
Aguardé unos segundos frente a mi puerta, esperando alguna otra pregunta. Al ver que volvió a reinar el silencio, entré y cerré la puerta tras de mi.
—Sé lo que planeas —comentó alzando la voz—. Solo eres una zorra como tu madre.
Dejé que aquellas palabras no me llevaran a actuar sin pensar. Me senté en mi cama, apoyando la espalda en la dura pared blanca con gotelé, cerré los ojos y apreté mis dientes y puños; permanecí en esa posición unos segundos hasta tragarme por completo la ira.
Desde siempre, papá había sido muy dulce. Hasta que mamá lo abandonó, nos abandonó. No la culpo, si yo pudiera haría lo mismo.
Pensaba en aquel chico castaño, en su forma de mirarme, en la manera en que sus labios se chocaban al decir algo. Hablaba rápido y a tropezones, siempre parecía estar nervioso, o quizás sólo era un poco torpe.
—Marco.
Su nombre pasó por mi mente y rebotó en cada rincón de esta. Ocasionando una sonrisa en mi rostro.
