Capitulo 3

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   Hipólita, Pentesilea, Medea y cuatro mujeres más lideraron a caballo la caminata rumbo al encuentro de sus oponentes, había un tercio de mujeres a caballo mientras que el resto iba a pie, todas ellas vestidas con armadura, estaban decididas a no dejar entrar al enemigo en territorio de Temiscira, no podían dejar que su ciudad fuera destruida y tomada por hombres enemigos. Caminaron a paso sosegado para no mitigar a los caballos y a las que iban a pie, los alimentos se fueron distribuyendo racionadamente para que rindieran el tiempo suficiente que pudiera demorar la guerra.

    Mientras ellas iban al encuentro de los invasores, más de tres barcos llevaban a bordo cada uno más de cien hombres, navegaban por el río Termodón en busca de la conquista de una nueva tierra en la cuál habían escuchado era un matriarcado, llenó de mujeres bellas y aguerridas, eran toda una leyenda por algunos lugares lejanos y ellos estaban dispuestos a conquistar tanto su tierra como domar a sus mujeres, ya que ellos se consideraban los hombres más fuertes y capaces de someter a toda la ciudad de Temiscira.

    Las guerreras amazonas tardaron un día en llegar lo más cercano posible de las orillas del río Termodón, no podían dejarse ver y mucho menos oír, ya que su plan de nuevo consistía en un ataque sorpresa para así derrotar lo más enemigos posibles en un solo ataque y tener consigo todas las amazonas hasta que fuera necesario atacar de frente al invasor y luchar con todas sus fuerzas.

   Al día siguiente alrededor del medio día vieron llegar los barcos en los que su enemigo venía, Hipólita estaba en guardia junto con sus demás guerreras a la espera de la orden de su soberana para empezar el ataque, habían previsto atacar al enemigo en cuanto bajarán del barco, pero si lo hacían lo más probable que sucediera es que se quedarán arriba de sus embarcaciones y no conocían que tipo de armas traerían, así que esperaron pacientes hasta que los barcos quedaron vacíos y para sorpresa de todas ellas, vieron bajar a una gran cantidad de hombres vestidos de armaduras plateadas, eso sí, no tenían caballos, pero el número era tan idéntico al de ellas, fue entonces que Hipólita dudo sobre la victoria que Sibila le había augurado, está vez la soberana veía difícil su victoria a pesar de que Sibila le dijera otra cosa, aún así se encomendó a su diosa Artemisa para que le diera las fuerzas necesarias a todas ellas.

   Hipólita dio la señal de que iniciaba la guerra y todas las mujeres llevaron acabó el primer ataque que acordaron contra el enemigo, de nuevo una lluvia de flechas cayó sobre de ellos al igual que algunas jabalinas, los que no llevaban bien puesta su armadura cayeron ante el primer ataque sorpresa de las amazonas, fue entonces que el resto de los hombres se puso en guardia y comenzaron a avanzar hacia dentro del gran manto de hierba y árboles que habitaba esa zona, obviamente desconocer el terreno hizo que los hombres estuvieran en desventajas con las amazonas ya que ellas conocían esas tierras como a la palma de su mano, los hicieron entrar a su casa y fue cuándo la masacre comenzó, ellos habían entrado alucinados a la oscuridad por el sol y ellas lo tomaron como su mejor arma a su favor, por más de veinte minutos los hombres se dieron a la baja, iban cayendo a suelo mientras su sangré roja y tibia se derramaba por la tierra amazónica de Temiscira.

   Pasado ese primer asaltó la batalla se fue dando entre espadas, Hipólita luchaba sobre de su caballo con su espada, al igual que Pentesilea y Medea quien salvó a su madrastra de morir a manos del guerrero troyano, después de esto Pentesilea presto más atención a su alrededor y miraba cuando podía a Medea volar cabezas y brazos al enemigo, era como una máquina pero Pentesilea sabía que era por la irá que llevaba dentro, de pronto se hizo noche y las fuerzas habían mermado en ambas contiendas de guerreros, los hombres fueron quienes dieron la retirada primero, por último lo hicieron las amazonas que estaban exhaustas por la batalla pero hasta ese momento solo habían perdido a tres de ellas, mientras que el enemigo más de lo que Hipólita se pudo imaginar.

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