Capitulo 5

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    Mientras que por otro lado Melania entendía el porqué Hipólita siempre mandaba a Medea detrás de su amada hija Xanthé como su más perro fiel y sabía porque lo hacía, Melania sabía que su media hermana era fuerte, una de las mejores guerreras de edad joven pero con una sabiduría y experiencia de alguien mayor, por otro lado Melania podía casi asegurar de que Medea estaba enamorada de la vanidosa princesa, de aquella que cargaba en su espalda sin importar cuánto faltará de caminó y la cargo hasta llegar al pueblo sin quejarse siquiera, ahora entendía el porqué de Hipólita mandar a Medea, está era casi como sus ojos y Xanthé era el lucero de ambas.

     Medea y Xanthé no pudieron evitar sentirse un tanto asombradas por ver un pueblo diferente a su Temiscira, en este había hombres y mujeres por igual circulando por algunas calles, aunque la mayoría de las mujeres se les podía ver en sus casas cocinando y cuidando de sus hijos, algunas otras parecían vender lo que sus maridos pescaban en el río Termodón. Caminaron detrás de Melania que parecía estar muy segura de saber a dónde se dirigía, tras un rato de caminar por las calles del pequeño pueblo se detuvo ante una casa en la cuál a Medea no le pareció una vivienda común y corriente cómo el resto que había mirado, sino que en ella había más hombres de lo habitual y no porque vivieran precisamente allí, más bien parecía una casa de vicios como por ejemplo dónde servían bebida embriagante, Medea al ver esto pidió al oído a Xanthé se alejaran un poco de ese lugar y dejar que Melania sola arreglará sus asuntos.

-Tardare un poco – les dijo Melania cuándo un hombre de mediana estatura salió de la casa sin una puerta cómo tal – si gustan pueden conocer el pueblo sin mi, nos vemos aquí dentro de un rato ¿de acuerdo?

-De acuerdo – respondió Medea pensando en que era lo único sensato que Melania había dicho durante todo el trayecto y quizás en toda su tierna y podrida vida.

    Medea y Xanthé comenzaron a caminar sin rumbo por el pueblo, se habían cubierto un poco más el cuerpo con otras ropas diferentes que ellas mismas habían hecho, dejando atrás por ese día sus ropas blancas, se dieron cuenta de que sin querer llegaron al puerto del pueblo, allí encontraron varias embarcaciones tanto grandes como pequeñas en el lugar, a lo lejos se podía mirar como el mar se comenzaba unir con el río Termodón, Xanthé miró hacia todos lados y al ver que no había curiosos, tomo la mano de Medea y la apretó suavemente.

-Gracias por traerme en tus espaldas – le dijo Xanthé – me gusta sentirte cerca Medea.

-A mi también y sabes que no es molestia para mí llevarte a mi espalda.

-Me gusta esta vista ¿a ti no?

-Si, es muy bonita. Pero no me gusta el azul del mar tanto como el azul de tu mirada Xanthé – Xanthé la miró y le sonrió con las mejillas sonrojadas.

-Medea – le dijo con voz dulce – a mi también me encanta el color de tus ojos y más cuando el sol da en ellos, son tan claros y transparentes como tu alma.

-¿Crees que mis ojos dejan ver mi alma?

-Para quién te conoce como yo, si.

-¿Tanto me conoces?

-Tanto como tú a mí o ¿me vas a negar que no me conoces?

-Claro que te conozco Xanthé, de toda mi vida.

-Si y si no sabía todo de ti es porque tú y las demás me dejaron fuera de tu secreto Medea, a mi me dolía que no fueras conmigo a bañarnos al lago y te prohibieras de hacer otras cosas.

-Es porque no todas entenderían como tu madre, tu tía o Sibila mi madre. Mónica ha callado por todo este tiempo porqué tiene o tuvo miedo de que le dijeran que ella también era rara.

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