☪apítulo 36

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Al día siguiente, desperté al medio día, ya que nos dormimos tarde el día anterior. Me levanto, cepillo mis dientes y me doy mi ducha refrescante, siempre acostumbro a bañarme al despertarme, ya que en mi dimensión, los soldados del reino, nos tenemos que despertar y preparar, me imagino que está demás, decirles que ya se ha vuelto una costumbre.

Después de vestirme. Salgo de mi habitación y no veo a nadie en la sala, me imagino que todos deben estar dormidos. Voy a la cocina y me sirvo un vaso con agua. Salgo y al volver a la sala, me siento en el sofá. Veo el libro de filosofía en la mesa y me río

- Pobre abandonado - digo entre risas y termino mi agua

Mi seriedad vuelve, al recordar mi realidad y lo que podrá pasar hoy

Tiene que haber alguna solución para esto, no puedo renunciar a la única mujer que me ha gustado para mucho más que sexo - pienso - No voy a rendirme, un guerrero nunca se rinde y siempre lucha por conseguir la victoria, a pesar de lo dura que puede ser la batalla

Me levanto del sofá y camino escaleras arriba

- No importa que seas la hija de el Rey, Azúl - digo - Y si es de morir, por ti lo haré

Es obvio que Dylan va a querer matarme al enterarse, que quiero con su hija, no se podrá esperar otra cosa - termino de subir las escaleras, y voy directo a la habitación de Azúl, me detengo en la puerta y miro su pomo - Pero no voy a renunciar a esto que siento, es tan grande lo que en estos días he descubierto que en verdad siento por Azúl, que soy capaz de renunciar a la mujer que la Diosa Luna me ha dado, por la que ahora he descubierto que no es una simple humana, sino que es.... La Princesa, Luna

Abro la puerta y entro, encontrándome a la chica que vengo a buscar, acostada boca abajo, y ocupando todo el espacio en su cama, cosa que causa que una pequeña pero dulce sonrisa, se forme en mi rostro. Me acerco a ella y me arrodillo, apoyando mis codos en el suave colchón, la observo dormir y alargo mi brazo para acariciar su cabello desordenado con mis dedos. Ella se empieza a mover y yo alejo mi mano, ofreciéndole una sonrisa, al ver que abre sus ojos soñolienta

- ¿ Qué hora es ? - pregunta y se acomoda lentamente en la cama

- Ya es medio día - mi voz es ligera, aunque un poco ronca. Ella asiente y se pasa las manos por sus ojos - Quiero que salgamos ahora

- ¿ Ahora ? - me mira y se queda en silencio mientras voltea a ver sus sábanas - Está bien

Ya lista, la veo bajar por las escaleras. Tiene un sencillo vestido negro y corto, que le queda perfecto. Me levanto del sofá y me encamino a ella y le sonrío

- ¿ Qué es lo tan íntimo que me vas a decir ? - es lo primero que pregunta y ambos caminamos a la puerta - ¿ Y los demás ?

- Están durmiendo - respondo a su última pregunta, ignorando la primera

Salimos y entramos al auto de Santiago. En el camino, ella colocó muchas canciones que le gustaban. Me reí cuando me contó lo que pensó al ver el regalo de Santiago, dijo que esperaba otra cosa, pero menos un libro de filosofía. Llegamos por fin al lugar y bajamos

- A Dios gracias que no traje zapatos de punta - dice y cierra la puerta del auto

- Ven, acompáñame - le ofrezco mi mano, ella la toma y la llevo a un lugar que ella conoce muy bien

- ¿ Las cascadas ? - pregunta al llegar - ¿ Qué hacemos aquí ?

- Hoy tengo algo importante que decirte y quiero que sea aquí - me pongo enfrente de ella y la miro a los ojos

AZÚL © Atracción Sin LímitesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora