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Suppasit Jongcheveevat y Kanawut Traipipattanapong dirigen una de las más poderosas y temibles mafias de toda Tailandia. Ambos poseen mentes brillantes que les ayudó a abrirse paso en el mundo del crimen organizado y mantenerse en la cúspide de éste. Ellos empezaron desde cero y las circunstancias los orilló a convertirse en lo que muchos consideraban el cáncer de la sociedad, algo que muy poco le importaba a la pareja. La vida los había tratado como la mierda y ahora eran ellos los que controlaban su propio destino. 

Mew y Gulf eran conocidos y respetados por igual. Suppasit era el líder, pero junto a Kanawut movían todas las piezas del tablero para mantener y hacer crecer su imperio.

Las circunstancias los llevó a conocerse en el peor momento de ambos. En aquel entonces parecía nula la oportunidad de poder sobrevivir en ese infierno que les tocó por vida. Sin dejarse vencer, poco a poco y ayudándose mutuamente se fueron metiendo en el mundo del crimen como una oportunidad para su supervivencia, al principio como simples subordinados, pero con el tiempo pudieron prevalecer y mejorar en aquel entorno. Claro que no fue nada sencillo, sin embargo luego de años y muchos sacrificios de por medio ahora se encontraban rodeados de dinero, poder y respeto.

Durante todo el recorrido que tuvieron que pasar hombro a hombro, el amor que sentían por el contrario fue inevitable de contener desde un principio, hasta el punto en el que no pudieron detenerlo, forjando así, una irrompible conexión. Eran el pilar del otro, su única debilidad pero también su más grande fortaleza.

Hoy en día ya en la cima, eran los esposos Jongcheveevat, una pareja que tenía el mundo en la palma de su mano.

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Una gran mansión se encontraba iluminada por múltiples luces que la hacían lucir mucho más imponente en medio de la cálida noche. Hombres custodiaban los alrededores de dicha construcción, resguardando a los dueños del lugar quienes acaban de llegar en una camioneta negra último modelo.

-Al fin en nuestro maldito hogar.- Suppasit Jongcheveevat hablaba entre dientes al momento de entrar a la gran casa después de su esposo. Tenía una mano masajeando levemente su frente en señal de frustración.

-Tranquilo. Ya está todo bien, ahora es momento de que te relajes. Prepararé la cena.- Ambos se iban acercando a la inmensa cocina.

-Lo siento bebé, pero esos malnacidos me dejaron con dolor de cabeza. Debí deshacerme de ellos desde hace mucho tiempo.-

Estaban llegando de uno de sus múltiples negocios, pero esta vez habían ido para deshacerse de unos subordinados que creyeron que podían robarles mercancía sin que se dieran cuenta, Mew hubiera podido mandar a cualquier otro a hacer el trabajo sucio, pero la cantidad de efectivo perdido fue algo que no pudo dejar a la ligera. Haciendo una reunión sorpresa dejó en claro que nadie podía verle la cara al acribillar sin compasión alguna a los ladrones frente a sus demás subalternos.

-¿Es mucho pedir que la cena seas tú?- Dejando de lado los problemas que conllevaba ser el jefe, Suppasit se acercó hasta su marido para susurrarle aquella pregunta mientras lo abrazaba por la espalda, acorralándolo en la isla que estaba en medio de la cocina.

-Si te portas bien, en la cama habrá postre.- Satisfecho ante la respuesta, el mayor se apartó para dejar al contrario empezar a preparar la cena.

Luego de varios minutos pudieron degustar el Pad Krapau que Gulf cocinó, el cual consistía en un plato de arroz, pollo con chile y albahaca bañados en salsa de ostra y pimienta, un plato típico tailandés.

Uno de los hobbies favoritos del pelinegro era la cocina, así que cada que podía se convertía en el chef personal de su esposo quien reconocía el talento nato de su pareja para hacer exquisitos platillos.

Reyes del Inframundo | MewgulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora