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Tal y como había dicho Mew, a la mañana siguiente ya no se encontraba en la mansión a tempranas horas del día, ya que debía ir a checar los próximos movimientos de uno de sus múltiples negocios. Hubiera llevado a Gulf con él, pero no era necesario ya que las transacciones estaban hechas desde días anteriores y prefirió dejar descansar a su esposo. Iba meramente para comprobar que todo estuviera en orden.

Era normal para el mayor madrugar, ya que siempre se encontraba atento ante cualquier movimiento de su trabajo. Siempre tratando de ser un buen líder junto a Kanawut.

Ambos eran bastante competentes manejando todo su imperio. Todos sus subordinados, o la mayoría, les tenían mucho respeto pues si bien eran jefes de un gran grupo del crimen organizado, trataban a sus subalternos con mano dura pero brindándoles un refugio y acogiéndolos como parte de su equipo ganándose así su confianza. Eran buenos líderes mientras no fueras tan estupido como para tratar de traicionarlos, robarles o causarles problemas innecesarios, pues la pareja Jongcheveevat no se tocaría el corazón al momento de deshacerte de ti. Lo único que pedían era lealtad, disposición y compromiso.

Ya eran las diez de la mañana y Gulf se encontraba estirándose en la cama king size totalmente relajado, hoy planeaba ir de compras al tener su día libre. Empezando su día normal, fue a la cocina a prepararse un ligero desayuno antes de comenzar su rutina de ejercicio en el gimnasio dentro de la mansión. Después de satisfacer su hambre saludó a las mucamas encargadas de mantener el lugar limpio, eran solamente tres pero realizaban su trabajo esplendorosamente. Ya eran de confianza y Gulf les tenía cierto cariño a aquellas señoras.

-Señorito Jongcheveevat, el señor le mandó esto.- Un enorme arreglo de rosas rojas se posó frente a él siendo cargado por una regordeta señora. Gulf sonrió enternecido, dando un suspiro enamorado. Mew tenía la costumbre de darle un regalo cada mes y nunca se olvidaba de ello. Agarró el ramo, un tanto pesado, entre sus brazos. Tomando el tallo de una rosa acarició sus pétalos aspirando el refrescante aroma, quitándola del resto de las flores, volvió a darle el arreglo a la mucama.

-Ponlas en agua, quiero verlas en la sala principal, por favor.- Asintiendo, la mujer se fue a acatar lo que se le fue pedido.

Kanawut con la rosa en su mano derecha, subió hasta su habitación para ponerla en un vaso de vidrio lleno de agua, dejándola en el buró a su lado de la cama, a fin de poder verla cada vez que despertase y guardarla cuando se marchitase. Siempre preservando cada obsequio que le daba el amor de su vida.

Después de hacer ejercicio y bañarse, Gulf se arregló para salir y hacer unas cuantas compras a alguna plaza comercial, no le faltaba nada, iba por simple diversión y para matar el tiempo. Saliendo de la mansión llegó hasta el vehículo aparcado en el porche, siendo esperando por su guardaespaldas personal junto al chofer, ambos contratados por su esposo para su seguridad y comodidad. Entrando al vehículo dio las indicaciones y partieron rumbo al centro comercial más grande de la ciudad.

Ya llevaba unas cuantas horas viendo tiendas de alta gama, y comprando alguna que otra cosa que le parecía interesante tanto para él como para su esposo. No se medía en gastos pues si quisiera podría comprar medio centro comercial con todo y empleados.

Caminando entre los comercios, el sonido de su celular le notifica una llamada, por el tono de la música supo de inmediato de quien se trataba.

-Hola, bebé ¿Estás en la mansión?- Se escuchó desde la otra línea.

-No, vine de compras al CentralWorld, pero ya estoy por irme ¿Ocurre algo?-

-Amor ¿Podrías venir un momento al Cisne Negro? Tengo una noticia que darte.- Mew se oía normal, así que el menor no se preocupó al saber que no se trata de algún problema.

Reyes del Inframundo | MewgulfDonde viven las historias. Descúbrelo ahora