Capitulo Único

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La luna en su punto más alto brillaba con intensidad, las estrellas se alzaban poseedoras del cielo nocturno, la brisa silbaba una melodía que podía hacer temblar hasta a los huesos, los árboles, ellos danzaban al son de la brisa.

Legolas admiraba el paisaje nocturno que se extendía majestuoso por el Reino de Mirkwood, su hogar.

Sus sentimientos en encontraban serenos, sin darse cuenta y embelesado por su entorno, empezó a cantar una sencilla melodía.


Aragorn quién pasaba por el pasillo escuchó una leve pero armoniosa voz cantando una canción de cuna.

Legolas, pensó

Entró sigilosamente a la habitación del elfo, sin embargo, sabía que el de orejas puntiagudas estaba al tanto de su presencia.

Cerró sus párpados y escuchó atentamente la voz tenor que lo envolvía. Las últimas notas se escucharon dando por concluida la canción, pero aún así Aragorn continúo con los ojos cerrados.

Cuando por fin abrió sus ojos, Legolas desde el balcón lo miraba fijamente, Aragorn sin poder evitar el magnetismo del elfo se acercó, posicionándose a su lado.

"Thranduil ha estado buscándote, deberías atender a su llamado, antes de que pueda pensar que te has escapado de cacería, otra vez..." Dijo el de cabellos oscuros al darse cuenta que el elfo no sería el primero en romper el silencio.

"Umh..." Fue el único sonido que recibió como respuesta, el rubio solo miraba el paisaje.

"Legolas..." Dijo para empezar a reprender la falta de palabras de su compañero, pero fué abruptamente interrumpido.

"Aragorn, observa a tu alrededor, aprecia el regalo que nos otorga la naturaleza."

"No entiendo, dime que ven en la noche tus ojos de elfo."

"Paz, pero una diferente, no se trata de la típica calma antes de la tormenta, es algo nuevo... Las estrellas brillan con fulgor, la brisa se regocija, incluso los árboles bailan; durante la noche todos duermen, pero hoy el bosque está despierto..."

Aragorn no pudo debatir contra el elfo, podía ser persuasivo cuando quería, y él mismo lo sabía.

Me tienes arruinado, Legolas.

Sus ojos se encontraron y no se desviaron pues era una batalla que ninguno de los dos estaba dispuesto a perder, hasta que finalmente el rubio dignamente desvió su rostro hacia el paisaje.

La suave brisa movía su cabello, la luz de la luna hacía su piel deslumbrar, y la delicada sonrisa que enmarcaba su rostro llenándolo de gracia.

Hermoso, susurraron sus pensamientos.

Arruinado. Arruinado. Arruinado.

Aragorn sonrío.

Más tarde esa misma noche, las estrellas brillantes y los árboles bailarines fueron testigos del amor de Aragorn por Legolas.




El rey Thranduil no supo, ni quiso saber que hacía su hijo aquella noche...

















Fin.

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