5| Cerdo

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CAPÍTULO 5:"ᴄᴇʀᴅᴏ;"

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CAPÍTULO 5:
"ᴄᴇʀᴅᴏ;"

ERA DE NOCHE EN MADRID, ESPAÑA

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ERA DE NOCHE EN MADRID, ESPAÑA. ESTABA A PUNTO de comenzar la fiesta de compromiso.

El Ángel de la Muerte se veía tan hermoso con un vestido sin mangas que le quedaba muy por encima de su rodilla, en medio de sus cuádriceps sin llegar a ser desubicado. Era un negro bien oscuro y con un brillo sutil, tenía un escote que le proporcionaba un levante importante para sus pechos.

Estaba maquillada, con solo lo suficiente para no parecerse a un payaso de circo como la mayoría de las mujeres en esa boda. Las compadecía, sus vestidos, en términos poco descriptivos, eran horribles. Pero no se burló de las mismas. No era mala. No en su interior, no aunque sus acciones y sus palabras dijeron otra cosa. No aunque en realidad lo era.

Fueron las circunstancias. Las circunstancias la hicieron tan cruel. Su vida fue una serie de eventos desafortunados, desgracia tras desgracia; y esa bella bebé que alguna vez fue y que solo pudo ser comparada como un pan de Dios, se convirtió en un arma. Un arma como la Viuda Negra de los comics de Marvel, que ella leía de niña, o como Lady Shiva de DC comics.

Y Oksana estaba a su lado. En perfecto estado y como si fuera a comenzar a reírse como una descontrolada en cualquier momento. En esta ocasión, su cabello era un rubio platino que resaltaba sus rasgos faciales e iba con un mono blanco que le quedaba casi debajo del muslo. Era indecoroso para una boda y su intención justamente fue que no dejaran de mirarla, no solo por la belleza que era para babear, sino para criticarla. Era un señuelo, aún cuando en cualquier momento debería ir con Macarena. Su pistola firmemente dentro de su blaiser de igual color, sin ocultarla demasiado para que los manos largas no se acercaran.

Estaban haciendo fila para entrar, detrás de una pareja que fue digna de las bromas de Golubev, que su respeto por la cultura mexicana, específicamente su vestimenta, era nula. Sus constantes indirectas en un tono alto prácticamente estaban cansando y destrozando la paciencia de Russo, quien pese a su sonrisa mortal, estaba hirviendo en su interior.

— Ya para, ¿cuándo se te acaban las pilas? En el momento que empieces a bailar me despediré de ti.

Oksana se dio una vuelta e inclinandose hacia delante hizo un puchero en dirección a la mujer de cabello oscuro, el cual caía alrededor de su rostro en perfectas ondas. Los ojos azules tenían un brillo cruel en ellos.

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