Narrador omnisciente
Valentin quería descubrir quién era la mina que le enviaba cartas y ahora se estaba convirtiendo en una obsesión descubrirla.
Tadeo y Manuel lo descansaban por andar escribiendo cartitas para una desconocida y más aún con la emoción con la que escribía.
Atenea por su parte estaba estresada, faltaba poco para culminar su carrera pero la universidad le estaba dando por el culo, tenía demasiados trabajos, demasiados parciales, demasiadas presentaciones. Mil cosas en las cuales debía concentrarse pero lo único que lograba robar toda su atención era él; Valentin.
Miles de veces se imaginó hablándole y en cada una de esas situaciones se veía ridícula.
Ahora salía con mil carpetas en sus manos, mal arreglada, con el pelo de cualquier manera.
Distraída, fijándose en la hora que se mostraba en el reloj, del apartamento siguiente salía un Valentín muerto de risa por un chiste malísimo contado por Tadeo, esté también iba muy apurado ya que tenía que entregar unos Beats para su amigo y productor Evlay.
Ninguno se fijó y sus cuerpos impactaron, las carpetas cayeron al suelo, las hojas que habían dentro de estas salieron despavoridas.
Atenea se puso colorada de la bronca, empezando a putear a aquel que se interpuso en su camino.
Valentín por su lado la observaba sin acotar nada, le parecía tierno el estado en el que se encontraba la rubia. Sus cachetes rojos, una vena en la frente que parecía estallar, su cabello mal arreglado y la situación.
Quería reírse pero tenía que controlarse, no quería ganarse un golpe.
Cuando la rubia dejo de hablar, respiró hondo y exhaló, empezó a juntar las hojas que se encontraban esparcidas sobre el suelo. Sin saber quién se encontraba en frente suyo.
Valentín le ayudo con una sonrisa impregnada en su rostro.
— Deberías relajarte un poco, no podés estallar así como así. — Dijo Valentín soltando una carcajada.
La rubia al escuchar esa voz se tenso completamente, sintiendo como cada vello de su nuca se erizaba. No le podía estar pasando esto, no justo hoy.
— Ahora te comieron la lengua los ratones. — Dijo Valentín nuevamente, riéndose.
La chica se sintió chiquita y levanto la mirada encontrándose con aquellos ojos azules, esos que tanto la desvelaban.
Mordió su labio con fuerza, maldiciendose internamente.
Valentín la observaba curioso, ladeó su cabeza para luego sonreír. Matando de ternura a la rubia.
Terminó de recoger sus cosas y se levantó, acomodó su ropa y levanto las carpetas.
— Perdón, y-yo no q-quise insultarte. — Dijo la rubia
Valentín asintió restándole importancia.
— Te noté un poco impaciente, ¿estás bien?. — Pregunto Valentín.
La rubia abrió sus ojos de una manera exagerada, miró la hora en su reloj y ahora lágrimas salían de sus ojos.
— ¿Estás bien? no che, perdón. — Dijo Valentín, la rubia sollozo de impotencia.
— E-estoy por graduarme y tengo que entregar los últimos trabajos para poder hacerlo, los tengo que entregar a las diez y cuarto. La universidad me queda un poco lejos y ya no alcanzo. — Respondió la ojiverde.
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𝙲𝚊𝚛𝚝𝚊𝚜 𝚙𝚊𝚛𝚊 𝚟𝚘𝚜, 𝚖𝚒 𝚊𝚖𝚘𝚛. ✓
أدب الهواةDonde Atenea le escribe cartas a su vecino Valentín.