3

581 99 11
                                    

En el fondo de su corazón, Bonito estaba tan asustado como un pájaro perseguido por una lechuza, pero estaba seguro de que esa era la decisión correcta. Él le había pedido aquel regalo absurdo, así que él era el que debía pagar, pero su padre no estuvo de acuerdo.

— Yo ya soy viejo y me queda poco por vivir, pero tú, hijo mío, ¡Todavía puedes tener tanto en la vida!.

— No, papá —respondió Bonito con firmeza — Si te perdiera de esa manera, me moriría de pena porque me sentiría responsable.

Siguieron discutiendo mucho tiempo, hasta que decidieron que partir juntos al castillo; el padre acompañaría por última vez a su hijo.

Bonito vio aparecer gradualmente el edificio por entre los árboles; estaba magníficamente iluminado, como si estuviera esperando la llegada de un invitado, pero en los patios y el salón no había ni una alma.

Llegó entonces el momento en que Bonito y su padre tendrían que separarse.

Se abrazaron y lloraron. Luego, el mercader se marchó y Bonito lo miró hasta que desapareció. Volvió a entrar al castillo, tratando de no sentirse tan desesperado.

“Me queda solo un día de vida, porque seguramente esta noche el monstruo me comerá. Voy a disfrutarlo visitando este hermoso castillo y su maravilloso jardín”, pensó Bonito.

El joven comenzó a recorrer sala tras sala del palacio, sorprendiéndose a cada paso.

El castillo estaba lleno de pinturas y adornos preciosos, pero nada lo sorprendió más que una puerta en la que estaba escrito:

“Habitaciones de Bonito”.

El muchacho giró el picaporte y entró en una amplia estancia que daba a una habitación preciosa y a dos grandes salones amueblados con todas las comodidades y gran riqueza. En el primero había un piano de cola, mientras que en el segundo, mucho más grande y espacioso, se encontraba una biblioteca llena de libros.

Los libros siempre habían sido los mejores amigos de Bonito, su refugio en los momentos de tristeza, como los que estaba pasando ahora, así que el muchacho corrió a tomar uno, se sentó en una silla y empezó a hojearlo.

En la portada del libro decía: “Tus deseos son órdenes: aquí serás el rey”.

“Solo hay una cosa que deseo”, pensó el joven con incredulidad y luego susurró:

—Quiero ver a mi padre.

Al oír aquellas palabras, un gran espejo que estaba colgado en la pared se nubló un poco, luego se aclaró y Bonito pudo ver en el cristal la cocina de la casita en el campo.

En una esquina vio aparecer a su hermana mayor que, cómodamente sentada en una silla, mantenía un rostro de alegría, como si no tuviera idea de que el resto de la familia estuviera en peligro.

Después de un momento apareció en el espejo el reflejo de su padre, deshecho por el dolor; se quitó el pesado manto y se sentó con tristeza junto a la chimenea, mientras que su hija lo abrazaba, con lágrimas y comprensión fingida. Cuando la imagen se desvaneció, Bonito se llenó de tristeza.

Después de un rato, abandonó la agradable biblioteca y bajó al comedor, donde encontró la mesa ricamente puesta para dos comensales. Sin saber qué hacer, se sentó en uno de los dos lugares y esperó, mientras músicos invisibles tocaban haciéndole compañía todo el tiempo.

Apenas había tocado un vaso de agua, cuando escuchó un fuerte ruido que provenía de las habitaciones interiores.

Poco después apareció la Bestia.

Aunque estaba preparado, Bonito sintió que el corazón se le encogía de temor. La criatura era realmente espantosa, a pesar de que hablaba en voz baja y cortés.

El monstruo le preguntó con gentileza:

—¿Me permites sentarme y quedarme aquí mientras cenas?.

—Puedes hacer lo que desees — le respondió Bonito — Después de todo, eres el dueño del castillo.

La bestia negó con la cabeza.

— No, aquí el dueño eres tú, y si prefieres no verme, me marcharé ahora mismo.

Bonito encontró la fuerza para responder con amabilidad.

— Quédate si quieres; no me molesta en absoluto.

El monstruo trató de sonreír, pero solo logró mostrar los largos y puntiagudos colmillos.

—¿Te parezco muy feo? — le preguntó entonces — Responde con sinceridad.

Bonito se estremeció, pero contestó.

— Sí que te ves feo, pero me parece que eres muy bueno.

— De hecho, soy bueno, pero tonto.

— Eso no puedo creerlo. Las personas verdaderamente tontas no se dan cuenta de que lo son ¡y jamás se preguntan si lo serán! Tú, que dices ser tonto, seguramente no lo eres.

— Muchas gracias por tus palabras — le respondió el monstruo, mirándolo con admiración — Ahora come. Y sonríe, por favor, porque te ves precioso cuando tus ojos se iluminan... y sufriría mucho si supiera que no eres feliz.

— Muchas gracias. Eres... ¡eres muy amable! Más que ninguna otra persona que haya conocido — Bonito se esforzó por sonreír y luego añadió— ¿Sabes? Ya no me pareces tan feo.

— Entonces... entonces... ¿te casarías conmigo? —balbuceó el monstruo.

🌹🌹🌹

El Bonito y La Bestia [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora