La muchacha oyó una notificación, rápidamente agarró su celular y revisó sus notificaciones, ninguna era de él.
Apartó su teléfono y volvió a mirar hacia su ventana, otoño se asomaba, todo estaba tan tranquilo, tan vacío.
Vacío.
Era lo único que sentía, vacío, un vacío que ese chico le dejó sin explicación, ese vacío que le daba una necesidad de llorar a cada hora del día.
Y en ese momento lo vio pasar, al llegar a su casa, aceleró el paso hasta que lo perdió de vista.
La chica soltó un suspiro y se limpió una lágrima que se escapó.