°• Dulce •° 🍭 ★YoonMin★

🌧️ Sabanas Y Tormentas 🌧️

El sonido de la lluvia impactando en lo ventanales de la habitación era una melodía silenciosa, las nubes grices opacando el cielo hacían que el día se viese sombrío y los ocasionales rayos acompañados por lejanos truenos hacían que más de uno se sobresaltara de vez en cuando.

Aunque para aquellos ocupados en... Otros asuntos, no les afectaba tanto.

Los dos cuerpos desnudos apenas cubiertos por una suave tela parecían estar en su propia burbuja alejada de la ciudad bajo sus pies.

Ambos estaban a mitad de la gran cama. El pálido se encontraba sentado, con ambas manos en la cadera del rubio, mientras Jimin tenía sus piernas a cada lado del mayor, subiendo y bajando, soltando algunos suspiros ocasionalmente.

Las sabanas que los cubrían a ambos desde la cintura para abajo se aferraba a su lugar sin ser una molestia para los amantes, como si quisiera protejer la erotica vista de sus cuerpos uniéndose de la mirada de cualquier espíritu curioso.

Los ojos de ambos se paseaban por las facciones de su contrario, queriendo marcarlas permanentemente en su memoria, esos momentos que tantas veces habían vivido en este tipo de situaciones eran lo suficientemente vívidos en sus recuerdos, y cada vez los sentimientos se hacían más y más grandes.

Los azules ojos comenzaron a cristalizarse cuando se cruzó con aquella mirada color onix.

¿Y como no hacerlo? Si esos ojos que eran fríos y distantes con la mayoría de las personas eran los mismos que se suavizaban y perdían dureza cada que lo veían a él... A él y solo a él.

—¿Por qué estas llorando? ¿Te estoy lastimando?— Preguntó en azabache mientras limpiaba la solitaria gota de la tersa piel.

Sin darse cuenta una traviesas lagrima había salido sin permiso.

—Lastimarme sería lo último que harías en este mundo— respondió JiMin —Es solo que estoy muy feliz...

YoonGi sonrió y rodeo completamente al menor atrayendolo más hacia el, sintiendo como la calidez invadía su pecho.

Miró hacia el ventanal y las gruesas gotas de lluvia que impactában contra el cristal, y secretamente agradeció al universo por haber encontrado a su pequeña y hermosa bolita de arroz.

—Te amo...— susurró solo para que el rubio lo escuchara.

Ambos sintieron como dentro suyo explotaban miles de fuegos artificiales llevándolos a un placer en el que fueron incapaces de emitir sonido alguno, solo tuvieron la fuerza de aferrarse al contrario como su único modo de saber que seguían en la tierra.

Se quedaron varios minutos solo meciendose de adelante hacia atrás apoyando sus rostros en el hombro del otro, en un intento exitoso de calmar sus cuerpos y prolongar las múltiples emociones que les producía estar así de cerca en ese día tan perfecto...

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