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La navidad se acercaba, por lo cual tenía que ayudar mucho a la abuela.

La tienda estaba muy llena, personas recorriendo los pasillos y tomando el objeto de su preferencia. Me sentía un poco agobiado, haberle dicho a Nana que ocuparía su lugar en la caja registradora fue un grave error. Había una señora que no paraba de gritarle a sus revoltosos hijos, que corrían por toda la tienda causando estragos. Solté una risa y negué con la cabeza, me encargaría de ordenarlo durante la hora del almuerzo.

12:47, falta poco. Acabo con las personas de esta fila y cierro la tienda hasta después de las dos. Espero que Nana esté disfrutando su día libre y haya ido al spa o a la biblioteca.

Creí que las vacaciones navideñas aliviarían el estrés de la universidad, pero en lugar de dormir 17 horas seguidas, estoy aquí, atendiendo la tienda de la abuela.

Faltaba poco para mi cumpleaños 21, aunque desde hace un par de años para acá, estas fechas se han tornado extrañas...

Verán, cuando era pequeño, papá solía decir que hablaba mucho de un tal Yoongi, que decía cosas sobre haber jugado con él y mencionaba mucho un robot, aparentemente de juguete, pero que nunca había conocido a alguien que llevase ese nombre. Recuerdo haber soñado en un par de ocasiones con un niño de facciones gatunas y piel blanca, en todos los sueños me decía lo mucho que me quería. Era extraño porque despertaba con la cara humedecida, aparentemente lloraba.

A medida que fui creciendo, dejé de soñar con aquel niño y ya había olvidado a ese tal Yoongi, de hecho, lo que mencioné anteriormente está basado en lo que me dijo papá en una ocasión, y no podía recordar nada hasta ayer.

Volví a soñar con aquel niño. Pero fue breve; recuerdo haber estado en un jardín, el cielo era rojizo y podía ver la silueta de la luna, de pronto el niño llegó y me sonrió, desapareciendo luego de ello. Desperté poco después un poco aturdido.

Fue extraño, demasiado para mi gusto.

Terminé de atender al último cliente y revisé el reloj, aquel que marcaba las 2:13pm. No me tomé la molestia en cerrar la puerta y girar el letrero de Abierto a Cerrado, el hambre me superaba y saqué el Hot Dog que había comprado temprano. Le di un mordisco mientras me recargaba del espaldar de la silla y revisaba mi celular, no pude evitar soltar una carcajada cuando la abuela me envió una foto de ella con la mascarilla de aguacate. Se veía muy graciosa.

No me percaté que alguien había entrado a la tienda, estaba tan ensimismado en mi celular que no presté atención al hombre que recorría la tienda.

Debí haber cerrado la puerta.

El sujeto vestía completamente de negro y llevaba un tapabocas, su cabello era negro azabache y lo que pude observar de su piel es que era muy clara. Recorría cada estante de la juguetería, viendo selectivamente cada juguete. Finalmente se decidió y tomó un robot. Se acercó a la caja, y alcé la vista, encontrándose con el hombre que sacó una tarjeta de crédito, extendiéndomela. Dejé el hot dog a un lado y la introduje en el punto de venta.

El hombre introdujo sus datos personales y me devolvió el aparato. De pronto dijo algo pero no pude oírle, no sé si fue porque habló muy bajo o porque llevaba puesto un tapabocas.

—Lo siento, no pude oírte. ¿Dijiste algo? —le dije.

El hombre pareció soltar una pequeña risa y se quitó el tapabocas, alzando el rostro y quedé petrificado.

Podía jurar que el niño de mis sueños estaba de pie frente a mí, me sentí un poco aturdido y demasiado confundido, y tal vez un poco asustado.

𝐎𝐭𝐫𝐚 𝐯𝐢𝐝𝐚 ᎒᎒ YoontaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora