Confía en mí.

674 31 15
                                    

       Después que terminaron mis agotadoras y largas horas en clases de arte, las demás pasaron muy rápido. Ya había concluido mi última clase y me dirigí al campus del edificio para luego irme a mi casa. Al llegar a un banco situado debajo de un árbol, revisé mi bolso para buscar mi diario.

Busqué y busqué durante varios minutos y nada, no aparece.

“Oh Dios… en que problema estoy” –Pensé llena de nervios- “A ver, ¿Dónde lo pude dejar?”

-¿Qué tanto piensas Hindi? –Llamó mi atención Raúl, un viejo amigo, el cual me puso de apodo Hindi, por el color dorado que mi tez tenía cuando pequeña, un día en el que me había quemado con el sol. Luego recuperé mi color natural.

- ¿Ah? –Fue lo único que pude pronunciar entre nervios.

- Ya no importa. –Sonrió- Por cierto, el maestro de arte te busca.

“Y qué querrá este ahora” –Me dije frunciendo los labios.

- Bien. Gracias por avisar. –Le dije y me fui de allí. Y como el maestro William me había llamado, aprovecharía y buscaría mi diario. Es enserio, nadie puede encontrarlo más que yo. Preferiría que se incinerara a que alguien lo leyese.

En fin, llegué al salón de arte y entré. Y… ¡Oh Dios! No lo puedo creer, creo que moriré. Ahí estaba el tonto de mi maestro con un libro idéntico a mi diario en las manos, leyéndolo. No, esperen un momento, ¡Ese era mí diario!

Al ver eso me quedé paralizada con los ojos bien abiertos. No podía creer lo que me pasaba. ¿Por qué a mí? ¿Por qué?

Rápidamente, sin darme tiempo a reaccionar muy bien, le arrebaté el libro a mi maestro interrumpiendo su “entretenida” lectura.

Él me miró sonriendo con picardía. No dijo nada pero se que se quería burlar de algo.

¡Oh Dios, que tanto habrá leído!

- ¿Qué hacías leyendo diario? –Le pregunté enojada- ¿Sabes que eso es violar la privacidad, no? –Añadí fulminándolo con la mirada al ver que él solo me mirara con esa tonta sonrisa grabada en el rostro.

- No lo puedo creer… -Dijo ignorando todo lo que yo le había dicho. Agrandó aún más su sonrisa. Ya esto no me gustaba. ¿Qué tanto leyó?

-¿Qué? –Dije tímida al sentir mis mejillas calentarse exageradamente, podía jurar que estaba más roja que un tomate.

Él no dijo nada. De un momento a otro su expresión de picardía pasó a ser seria y calmada. Algo que me extraño mucho, pensé que iba a estar así todo el tiempo.

Se recargó del escritorio y luego de unos minutos regresó su mirada a mí. Después de varios e incómodos minutos de silencio, se resigno a hablar y dijo…

- ¿Por qué te avergüenzas? –Me preguntó serio y yo lo miré extrañada. No entendía nada.

- ¿Qué? –Dije confundida.

- ¿Por qué te avergüenzas de ser, de ser virgen, aún? –Me aclaró agachando el rostro, mirando sus pies.

Creo que es mi imaginación, pero pude notar que esta algo rojo. Quise reír de eso, pero no, la vergüenza me mataba. Él había leído eso, y otras cosas más.

- No me avergüenzo, es solo que es algo raro. –Respondí acercándome a él. Él me miró y sonrió de lado- Además, ¡Que hacías leyendo mí diario! ¡Eres un atrevido, descarado! ¿Cómo te atreves? –Le grité de la nada. Sí, aún estaba bien enojada.

Él me miró entre sorprendido y sereno.

- Primero, no es nada raro que a los diecisiete años seas virgen, y segundo, no sabía que eso – refiriéndose al libro- era tuyo; y de haberlo sabido ni lo toco. Con lo enojona que eres…

- ¡No soy enojona! –Le grité nuevamente apuntándolo con el dedo índice- ¡Y tú eres un idiota!

- Ey… puede que ahora no estemos en clase pero aún así me debes respeto, soy mayor que tu.

- ¿ah sí? Y cómo quieres que te respete cuando, ¡Leíste mi diario! –Exclamé.

- ¡Ya te dije que no sabía que te pertenecía! –Respondió en el mismo tono- ¡Y no me grites!

- ¡No te grito!

- Si, si lo haces. –Bajo la voz- Y ya hasta creo que me dejaste sordo. –Añadió mirándome con el ceño levemente fruncido.

Yo ahogue una risita. Su cara se veía muy graciosa.

- ¿Para que me llamaste? –Le Pregunté ya calmada.

- Tu libro. –Respondió- ¿Sabes? Creo que puedes hacer una novela con él, hay tanto drama… -Añadió.

- Oye… -Le golpee el brazo.

- ¿Qué? es la verdad.

- Lo sé. Pero… y, ¿entonces?

- ¿Entonces, qué? –Preguntó sin entender.

- Mis secretos… ¿Qué tantos leíste? –Dije casi en un susurro muerta de vergüenza.

- No te preocupes… no soy un adolescente que busca hacerle la vida imposible a la chica que le gusta por causa de hormonas, puedes confiar en mí. –Me dijo con sinceridad. Yo le sonreí.

Lo que dijo fue lindo y me alegró mucho.

- Gracias. –Le dije y me dirigí hacia la puerta. Iba a salir hasta que me detuvo otra vez.

- Kendall… -Me llamó. Yo giré y lo miré. El sonreía con picardía- Necesito hablar contigo. ¿Qué tal si te llevo a tu casa y en el camino hablamos? –Propuso.

- Claro… -Asentí al instante. Él no me parecía tan pervertido, descarado, y malo como al principio, ahora quería conocerlo mejor; por lo menos crear una mejor relación entre estudiante y maestro y así llevar la vida en paz, no.

- Bien. Vamos. –Finalizó son una sonrisa y se mordió el labio inferior mientras salía.

En la forma en que lo hizo, juraría que trama algo…

_____________________________________

Digamne qué les pareció por favor. Gracias.

Las/Los quiero mucho Xoxo ~ Un beso xD 

36 Días para amarte (Stop temporal)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora