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Era la misma típica mañana de ¿Primavera? ¿Verano? ¿Invierno? De eso no estaba segura o para decir verdad no le tomaba importancia ya que para mí, la vida era más bien ''nada''. Siempre es el mismo lugar de paredes blancas que más bien es mi lugar de juegos y sueños frustrados que nunca se cumplirán.
¿Qué habré hecho para merecer esto? ¿Cuál fue mi pecado? ¿Qué soy?
Siempre se quedarán marcados en las paredes de mi hogar si se podría decir así. Si, mi hogar.

- Buenos días mi niña .- habló su típica frase la señora M entrando a mi zona de confort.

Otra vez la rutina se repetirá y de seguro mi cuerpo no lo aguantará como los intentos de tiempo atrás. Supuestamente estoy aquí para ser alguien diferente y nada más se.

Irónico, ¿verdad?.

Lo que mi cerebro sabe y jamás olvidará es que se llamo Lalisa Manoban, me encontraron en una cesta junto a dos cadáveres a su lado, mostrando protección. Cuando me trajeron ellos mismo dijeron que no sobreviviria pues estaba muy herida y sucia dando la única opción de ''cambiarme''.

- Buenos días .- respondo mostrando una sonrisa y mirada inocente.

-  ¿Éstas lista? .- preguntó.

La joven de cortos cabellos oscuros asintió y dando un suspiro de fuerzas salió de su habitación de paredes blancas. El piso estaba frío y ni siquiera la bata protegía sus débiles piernas llenas de manchas oscuras.
Otra vez los exámenes en mi débil cuerpo y las frases horrorosas dichas por ellos:

Eres un monstruo.

Coopera si quieres ser como nosotros.

Horror.

Demonio que ni el mismo diablo quiso.

Huérfana espantosa.

Palabras hirientes como las dagas que con toda velocidad van directo al corazón y tal cuando hacéis planas y te mandan a borrarlas, ves que aunque borres para eliminar el rastro de lapiz en las hojas siempre quedarán restos que jamás lo podrás borrar, es así como esta todo mi cuerpo latigado.

El pasillo seguía siendo el mismo y yo era la única que aún no ''cambiaba'' y eso les molestaba a los doctores. Para ellos era fastidioso, arrogante e incomprensible que yo aún seguía siendo la misma, un simple e insignificante monstruo.

Durante toda mi estadía en este lugar nunca supe que es el amor de un ser querido o simplemente amistad, pues mi primera amistad solo duro poco porque esa persona salió y yo me quede sola, como siempre a sido. Sola para todo y tal referente es a la frase: ''Cada uno baila con su propio pañuelo'' que ya no tengo a nadie porque solo soy yo en este mundo.

Me detengo frente a la gran puerta blanca y dando un suspiro la abro y entro a la habitación. Todos fijan sus ojos en mi y tal como un imán, mi cuerpo se dirige a la camilla.

- Ya estoy lista .- suelto esas palabras sin importancia.

Los cuatro hombre solo hacen su trabajo y con lo primero que hacen es ponerme inyecciones por la mayoría de mi cuerpo produciendo que mis ojos cambien a celestes, pero unos muy potentes y hermosos tal como el color del cielo. Mi cuerpo chilla de dolor y picazon por esa sustancia puesta mientras la parte donde pusieron cada inyección se pone color rojo y morado iguales a la de un moreton, quiero huir y encerrarme en mi lugar seguro lejos de ellos; lejos de todos y del mundo entero.

Shadow of my bloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora