Louis

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Las calles de Londres se sumían en una fría brisa que se calaba en mis huesos, traspasando la ropa —por muy gruesa que fuera—. Mis manos se sentían calientes al llevarlas dentro de los bolsillos de mi chaqueta, cuya parte interior y saquillo estaban formados por un suave material que se asemejaba al pelaje artificial de algún animal salvaje.

Mi cabeza estaba cubierta por un beanie de lana color azul marino que combinaba con el atuendo que llevaba esa noche, aunque tampoco importaría que no lo hiciera teniendo en cuenta que era de noche y que por mucho que se fijara la gente, no podrían distinguir si era azul o negro.

Iba caminando a paso lento, con la cabeza agachada y asintiendo a todo lo que salía de la boca de Liam, mi mejor amigo. Él se encontraba caminando a mi lado, mientras gesticulaba con sus manos intentando explicar todo lo que sus palabras no llegaran a concretar, las movía tan rápido y con movimientos tan bruscos que a veces debía morderme la lengua por no soltar alguna que otra risa.

Cuando el tema conversación empezó a ser el por qué creía Liam que la gente se rehusaba a ser vegana, el vaho que salía de mi boca al dejarla entreabierta para respirar —dado que estaba sometido a un leve resfriado que me taponaba las fosas nasales— me parecía de lo más interesante, por lo que empecé a inspirar y a expirar de forma alterna en cuanto a segundos se refería, divirtiéndome al ver como una espesa nube blanca se formaba alrededor de mi cara, impidiéndome tener una visión clara.

—Tommo, ¿me estás prestando atención? —preguntó Liam cuando captó que no estaba interesado en escuchar su absurdo monólogo.

—¿Te digo la verdad o seguimos siendo amigos? —solté una risa consiguiendo un manotazo en el hombro y una mirada fulminante de su parte—. Lamento ser yo quien te diga esto Liam, pero sabes que las personas como nosotros no nos podemos permitir el lujo de ser veganos.

El resopló, dándose la vuelta para tenerme de frente mientras caminaba de espaldas y fruncía los labios con frustración—. Lo sé, ¿por qué la comida sana tiene que ser tan cara? Ni siquiera me puedo permitir comer en un Roti King y estos pijos salen cada que quieren a gastarse más de cien libras en platillos insignificantes de comida "exótica" —se quejó llevando sus manos a la vieja bufanda que se encontraba adornando su cuello.

—Tú padre sigue debiendo mucho a aquel antipático señor, ¿verdad? —cuestioné interesado. Liam asintió en respuesta incitándome a seguir preguntando—. ¿Tanto le queda aún?

Se encogió de hombros—. Supongo. Pero ya, no quiero hablar de mi padre ni de sus estúpidas apuestas —escupió sacudiendo la cabeza para reordenar su cabello, el cual empezaba a ondularse en las puntas—. Tú tienes suerte, ojalá yo tuviera padres normales como los tuyos.

—En eso tienes razón —sonreí de lado a la vez que ambos girábamos en la esquina de la inmensa Courtenay Avenue, la zona rica de la parte norte de Londres.

La verdad es que no solíamos pasar por aquí a menos que tuviéramos que volver a pie del trabajo, lo que estaba sucediendo justo ahora. Liam y yo llevábamos casi una hora y media caminando, pues trabajábamos cerca del Big Ben y habíamos perdido el autobús, el cual tardaba media hora menos nada más. No iba a mentir, caminar me relajaba, aún cuando hacía tanto frío que las piernas se me quedaban levemente petrificadas. Me encantaba pensar en mis cosas mientras veía a la gente caminar apurados o cansados —aunque emocionados— por volver a sus hogares. No era algo que me disgustara.

—Entonces, ¿cuándo les contarás la verdad? ¿Y cuándo les hablarás de Daniel? ¿Habéis vuelto a hablar? —me interrogó observándome con una expresión pícara dibujada en su rostro.

—¿Qué verdad? Nunca, y no —respondí respectivamente a sus preguntas mientras rodaba los ojos.

—Pues que te gusta que te den por el culo —contestó haciéndome soltar una carcajada. Él sonrió—. Anda, sabes que ellos te apoyarán, ¿no?

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⏰ Última actualización: Oct 06, 2020 ⏰

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