Vamos, cuéntale lo que sucede a mamá

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A la salida, Himeka le dijo que había sido una de las espectadoras de la escena del pasillo.

Como si no tuviera suficiente con el dolor que tenía en su pecho al recordar a la pequeña con los ojos al borde de lágrimas, lo que menos quería era que alguien más le reclamara; era suficiente con ella misma autoregañándose toda la mañana.

—Eres una tonta —así que después de todo, su hermana si creía que era tonta.

—No sabes nada —respondió Suzuka caminando más rápido para dejar a sus consanguíneas atrás.

—Claro que sé —Himeka también aceleró.

La mayor de las Nakamoto miró a sus hermanitas, no le gustaba que pelearan, al menos no enserio; así que decidió intervenir como mediadora.

—Oigan, no...

—¡No es contigo! —Suzuka y Himeka la callaron al mismo tiempo.

—Bien, como sea —la niña más grande se cruzó de brazos dejando que las otras siguieran en su discusión.

Las menores de la familia llegaron hasta la puerta de su casa continuando con los reclamos, pero al ingresar a la sala detuvieron sus gritos para continuar con una silenciosa batalla de miradas.

Toda la tarde permanecieron de esa forma, para molestia de su hermana mayor; que al terminar sus tareas huyó inmediatamente del lugar.

La señora Nakamoto ignoraba todo lo sucedido. La mujer se paseaba de la cocina, donde estaba preparando la cena, a la sala, donde las niñas hacían sus tareas.

Ninguna decía algo, pero sus ojos se levantaban cada pocos segundos de los cuadernos para verse.

Suzuka sabía que su hermana debía tener algo entre manos para aún no delatarla.

—Terminé —Himeka soltó su lápiz sin quitar la mirada de Suzuka.

—Que bien, cariño. Puedes ir a jugar con Ryoka hasta que esté lista la cena —su madre regresó a la sala.

A pesar de tener permitido retirarse, Himeka no se movió.

—Las alcanzará en cuanto termine, no te preocupes —dijo la mujer, imaginando que su hija no se levantaba de la silla por ver como su hermana terminaba la tarea—. Su-chan, deprisa que tus hermanas te esperan para jugar —miró a la menor, que dejó de escribir para devolver la mirada amenazante a su mayor—. Niñas, ¿acaso volvieron a pelear? —la mujer por fin notó el ambiente pesado que se había formando en la sala

—¡Tu hija hizo llorar a una niñita en la escuela!

La señora Nakamoto se sobresaltó al oír el grito inesperado de Himeka.

—¡Eso no es cierto!

—Niñas...

—¡Sí que lo es! —Himeka caminó hasta la silla donde estaba su hermana— ¡Eres una mala senpai!

—Niñas... —volvió a pedir la madre.

—¡Y tú eres una mala hermana!

MAMÁ(S) ママDonde viven las historias. Descúbrelo ahora