¿Dónde está el botón de apagado?

278 38 23
                                    

Los Nakamoto tenían sus ojos puestos en la menor de la familia, era la segunda vez que el llanto pregrabado del bebé de plástico torturaba sus oídos, y nada de lo que ella intentaba para calmarlo parecía funcionar.

—Por favor —suplicó la adolescente después de agotar sus opciones—. Silencio —meció al objeto inanimado en sus brazos y el sonido por fin se detuvo.

Todos en la mesa respiraron aliviados, tenían unos cuantos minutos para disfrutar su desayuno antes de que el bebé necesitara de atención nuevamente. Por su lado, la menor daba la impresión de que lloraría a la próxima que el bebé también lo hiciera.

—Lo manejaste bien, cariño —la señora Nakamoto intentó animarla.

—Cuidar bebés no es divertido —Suzuka echó la cabeza para atrás—. Los comerciales de pañales los hacen ver demasiado adorables.

—Creo que lo divertido es hacerlos, no tenerlos —Himeka la codeó queriendo jugar.

La menor le devolvió una mirada fría, aún seguía un poco enojada por lo de ayer.

—Sonríe —en definitiva su hermana no estaba dispuesta a rendirse. Según ella, disculparse implicaba estar hablándole todo el tiempo—. No te tocó un bebé parecido a ti —aunque no todo lo que saliese de su boca parecía ser con esa intención.

—La simulación no debía ser fácil, yo era una bebé tranquila.

—¿Tranquila?, ¿tú? —la chica se echó a reír, llegando a casi volcar su tazón—. Pero si eras la bebé más llorona e irritante del mundo.

Sí, en definitiva no sabía como actuar para ser perdonada.

—Y tú demasiado pequeña para recordar —Suzuka rodó los ojos—. ¿Cuánto tenías? ¿Un año? Nadie tiene memorias de esa edad.

—Díselo a tus chillidos que quedaron grabados en mi mente.

—Mamá —llamó a su progenitora; tal como lo haría de niña, esperando que la defendiera.

—Nuestros padres me darán la razón.

Los señores Nakamoto levantaron sus tazas al mismo tiempo, cubriendo sus rostros.

—Mamá —pidió de nuevo.

—¿Nunca te has preguntado por qué eres la última?

—¿Eh?

—Suzuka era una bebé tierna —la señora Nakamoto dejó su café sobre la mesa, era turno de intervenir antes de que se iniciara una discusión—, pero un tanto... complicada.

—Entonces no ha cambiado mucho —dijo la mayor de las hermanas, que hasta ese momento se había mantenido en silencio, y recibió una mirada de reproche de su madre—. ¿Qué?, es cierto.

—Puede que hubieran llantos y peleas cuando eran pequeñas, incluso un poco ahora —la mujer acarició la cabeza de su hija menor—. Pero cada una nos ha otorgado alegrías y toda clase de vivencias que no cambiaríamos por nada en el mundo. ¿No es así, Chu?

El señor Nakamoto tragó su café. Consciente de que tenía toda la atención de su familia, asintió.

—Exacto, lo que su madre dijo.

Recibió un silencioso: «¿es lo mejor que se te ocurrió?» de su esposa, y se disculpó con la mirada. Las frases lindas no eran su fuerte.

—Papá, dinos cómo era Himeka de bebé —pidió Suzuka, que a pesar de captar el disimulado pedido de paz de su madre, quería encontrar algo con que molestar a su hermana.

—Bueno... ejem —el hombre se aclaró la garganta, sabía que tenía en sus manos un posible conflicto y él no era tan bueno como su esposa para lidiar con ellos—. Himeka desde siempre ha sido... ha sido... Himeka.

MAMÁ(S) ママDonde viven las historias. Descúbrelo ahora