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(Siento que hay muchos errores en esta historia, de justificación y trasfondo, así como un argumento precario y acelerado. Sin embargo, no soy buena con el romance ni con los finales felices, lo que explicaría mi insatisfacción. Pero incluso entonces hay una parte muy grande de mí que quería esto tal y como está. "Una mentira. O quizás un final feliz.")

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Cuando Sakumo se detiene en la entrada de la puerta de su habitación, después de que Kakashi lo despertara con un grito desde el pasillo, puede ver la luz del sol entrando desde la ventana y salpicando alrededor.

Sus ojos miran a Kakashi unos momentos, quien sigue de pie en el mismo lugar, con una sonrisa suave y sus pequeñas manos juntas sobre su cara en un gesto inocente de burla.

— Dai dijo que se te va a hacer tarde — Kakashi canta a modo de saludo, y luego sus pies saltan y comienza una carrera de regreso a la cocina, donde la risa de Gai es fuerte y el olor a comida picante ya llenaba la habitación.

Apenas tiene un momento para ponerse la camisa y correr hacia el frente de la casa con movimientos torpes.

Si no fuera por el olor dulce de las frutas, probablemente hubiera salido de inmediato por la puerta en dirección a la torre Hokage, pero con el ruido de las risas y el tono seductor de la comida llenando sus pulmones Sakumo decide detenerse un momento para mirar.

Sonríe tiernamente cuando encuentra a los niños comiendo en la mesa, a grandes sorbos, porque seguramente ahora estaban en una de sus recurrentes competencias matutinas para ver quién de los dos acababa antes o podía comer más.

Ellos ni siquiera lo miran cuando Sakumo los contempla en silencio y él piensa que son demasiado adorables para interrumpirlos, así que gira su mirada hacia la espalda de Dai, que estaba moviendo algo en la estufa y cantaba con un su voz animosa y cálida.

— Buenos días — dijo, con su voz apretada, porque a pesar de todo aún no parecía listo para usar el tono uniforme y natural de su voz.

Dai gira sobre su hombro para mirarlo y su bigote se sacude en una sonrisa de esa manera que Sakumo piensa que tiene vida propia, al igual que sus abundantes cejas.

— ¡Sakumo, buenos días! — Dai se gira y la estufa se apaga con un ruidoso clic antes de que se dé la vuelta completa — Ven a comer algo.

— Yo... no puedo, si llego tarde... — antes de que pueda decir otra cosa las manos de Dai se han posado en sus hombros. Es rápido, tiene que darle eso, y aunque ambos saben que Sakumo podría liberarse, él en realidad nunca lo hace.

— ¡Nada de eso! — Dai alza la voz detrás de él y luego empuja a Sakumo hasta la silla vacía en la mesa — Nadie se va de aquí hasta haber comido.

Sakumo se sienta con algo de resignación e impaciencia, pero sus nervios se minimizan cuando mira la habilidad de Dai para moverse, esa gracia en sus gestos, en la forma en la que sostiene el cuenco mientras gira la cadera como si cada paso fuera un extraño baile para él.

Su gesto lo hace sonreír incluso en contra de la presión del reloj en la pared, porque de alguna manera el mundo siempre parecía ir más lento cuando estaban juntos, como si Sakumo pudiera ser un poco más tranquilo, con la impresión de que Dai y el resto del mundo se volvían más ligeros, leales, honestos.

Dai vuelven a la mesa y sus manos que están llenas de pequeñas marcas dejan el plato con suma delicadeza en un momento lento. Sakumo mira distraídamente sus nudillos, percibiendo las costras pequeñas que había en ese lugar, lo que se traducía en horas de entrenamiento, esfuerzo puro. Dai no se había rendido todavía.

Sólo una buena razón (Sakumo x Dai) [Sakumo Week 2020]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora