ADELINE
"No vuelvas sola a casa"
Leí el mensaje de Helena como por quinta vez. Estaba sentada en una de las mesas de la esquina en el comedor, a la hora del almuerzo. Me las había arreglado para salir de la clase de historia sin cruzarme a ninguno de los tres lobos con los que estaba, aparentemente, destinada compartir mi vida. Necesitaba estar sola porque no estaba acostumbrada a que alguien insistiera para hacerme compañía. Era solitaria, o me habían obligado a serlo. No iba a cambiar de un segundo al otro.
La razón por la cual no se había cometido un crimen en la sala de audio era que habían acordado (sin siquiera consultarme si me parecía bien o no) una especie de tratado de paz entre ellos. Sobre todo con Alaric, porque pertenecía a la manada rival y su influencia era incluso mayor que la de Alec. Según ese acuerdo, no se matarían por ver quien pasaba más tempo conmigo y tampoco iban a obligarme a decidirme por uno de ellos. Simplemente dejaría que los vínculos se dieran de forma natural. Mejor para mí, si me lo preguntaban (nadie lo hizo) porque no podía confiar en mis sentimientos. Me harían actuar de forma impulsiva y ya había aprendido que las decisiones guiadas por el corazón son efímeras. La razón, en cambio, es duradera.
Alec se había quedado en la sala de audio, soltando gruñidos como un perro que acaba de mear un árbol y no quiere que otros se acerquen. Se le había pasado el tren, para ser honesta. Si no me hubiera rechazado y luego humillado me podría haber quedado solamente con él. Pero ni siquiera me había dado a oportunidad. Yo no le gustaba. Era sencillo. Él tenía estándares que no podía alcanzar. Y estaba bien. No lo culpaba por no elegirme. Todos tenemos gustos diferentes y no somos para todo el mundo. Es la realidad. Pero sí que podía condenarlo por las formas. Eso no lo olvidaría y puede que no estuviera en una posición jerárquica como para reclamárselo, pero encontraría la manera de hacérselo pagar. Puede que no lo pareciera, pero era rencorosa.
Honestamente, no lo entendía. Se comportaba como si fuéramos algo cuando había dejado en claro su desinterés.
El punto es que necesitaba estar sola. No era una persona acostumbrada a estar con los demás. No solían tratarme muy bien que digamos y había aprendido a querer mi soledad. Así que ni bien terminó la clase de historia, la última antes del almuerzo, me precipité hacia el comedor.
Solía almorzar en una de las mesas de la esquina. Alejada de las manadas (tanto lobos como leones), porque eran los que más se metían conmigo. Actuar en grupo infunde valor en los mediocres. Eso solía decir mi madre, quien, por cierto, nunca... NUNCA me escribía. Ella odiaba la tecnología. Solo usaba su teléfono para asuntos laborales.
-La mesa exclusiva de Adeline- dijo Fenrir apareciendo con su bandeja llena de proteína- ¿Puedo sentarme?
Hice un gesto, abarcando la desolada mesa, que reflejaba a la perfección mi posición en la escala social.
-Donde gustes.
-Entonces me sentaré donde sea, siempre que pueda olerte- dijo despreocupado, sentándose en frente de mí.
-Que romántico- respondí sarcástica.
Fenrir sonrió burlón antes de agarrar una de sus hamburguesas y darle un buen mordisco. Se comió la mitad de una, sin exagerar. Pude sentir como las miradas estaban puestas en nosotros. No solo porque el beta de Eclipse rojo abandonaba a su futuro alfa para hacerle compañía a una marginada sino porque Fenrir era Fenrir. Por si solo ya daba que hablar. Si tuviera que apostar, podría asegurar que había golpeado a más de la mitad de los presentes. El miedo que deprendían al verlo era difícil de disimular. Con su imponente presencia y su reconocido mal genio, Fenrir nunca pasaba desapercibido.

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SERÁ TARDE (Editando)
Hombres Lobo"Los lobos machos son idiotas. Sino pregúntenle al tipo que me rechazó. " En un mundo de criaturas sobrenaturales, Adeline Bianco sabía que no era especial. Pero, cuando su primera transformación devele la realidad de su linaje, las antiguas profecí...