Capítulo 6

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¿Qué sabes acerca de ESP? Percepción extrasensorial; el conocimiento de un incidente antes de que suceda. Todos tenemos un poco de ello, ese otro noventa por ciento de nuestro cerebro que no usamos. 


Son esos momentos en el auto cuando piensas en una canción que no has oído en años, y es la siguiente que viene en la radio. Son esas mañanas en que recuerdas a un viejo amigo y a la hora de cenar el teléfono suena, y es el amigo en el que pensabas. 

Nunca he sido una gran creyente en ese tipo de cosas. Pero cuando el empleado de la tienda me dio mi cambio por la pequeña camiseta, una bola de ansiedad se instaló profundamente en mi vientre. Y no eran mariposas normales. Era urgente. Un malestar desesperado, como cuando te das cuenta de que olvidaste pagar una factura de la tarjeta de crédito. 

Tenía que ver a Byul. Tenía que hablar con ella –decirle– y tenía que ser ahora. Caminé rápidamente por la calle. Bueno... lo más rápido que pude en tacones de tres pulgadas. 

Con cada paso que me acercaba más a nuestro edificio, la preocupación aumentaba de forma exponencial. 

En ese momento lo atribuí a la noticia que estaba a punto de soltar. Pero ahora, mirando hacia atrás, creo que era otra cosa. 

Precognición. 

Al momento en que me detuve fuera de la puerta de nuestro apartamento, mis rodillas temblaban y mis palmas sudaban. Entonces agarré el pomo... 

¿Si tienes un estómago débil? 

Puede que no quieras ver esto. No va a ser bonito.

*** 

Entro en el apartamento. Las luces están apagadas. Pongo mis llaves sobre la mesa y me quito el abrigo. Enciendo el interruptor en la pared, inundando la habitación con luz. 

Y es cuando la veo. 

Ellas. 

Byul está de pie en medio de nuestra sala de estar, con la camisa desabrochada, dejando al descubierto el abdomen que he recorrido con los dedos más de mil veces. La caliente piel blanca que me encanta tocar. Tiene una botella medio vacía de Jack Daniels en una mano. Y la otra mano está oculta. Enterrada. 

En una melena de pelo castaño ondulado. 

Ella es lo opuesto a mí en todos los sentidos. Gruesos mechones rojos, pechos del tamaño de sandías, alegres en su falsedad. Es tan alta como Byul, incluso sin los tacones de aguja. Sus labios son rojos y exuberantes, bastante regordetes para darle envidia a Angelina Jolie. Y esos labios rojos regordetes se están moviendo contra la boca de Byul. 

Buenas besadoras, muy buenas besadoras, no sólo utilizan sus labios. Utilizan su cuerpo entero, su lengua, sus manos, sus caderas. 

Byul es una gran besadora. Pero nunca he tenido la oportunidad de observarla en acción. Nunca la he visto besando a nadie. Porque yo he estado en el extremo receptor. La besada. 

Pero ese no es el caso ahora. 

Me quedo ahí aturdida. Observando. Y aunque sea sólo por unos pocos segundos, se siente como por siempre. Como una eternidad. 

En el infierno. 

Luego Byul se inclina hacia atrás. Y casi como si supiera que he estado aquí todo el tiempo, sus ojos encuentran los míos inmediatamente. Son duros. Despiadados. 

Y su voz es tan fría como el acero de una puerta al aire libre en una tormenta de nieve. 

—Mira quién está en casa. 

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