ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ ɪx: ᴍᴏʀɢᴜᴇ.

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¿Qué chuchas es esto? Señoras y señores, acabo de aparecer en una morgue y no sé el por qué. Me encuentro en un pasillo que, en ambos lados, tiene grandes cajones hechos de metal. Voy abriendo uno por uno, y en cada uno de ellos hay, por lo menos, uno o dos cadáveres dentro. Con cada cajón que abro, voy quitándole las sábanas a cada cuerpo. Lo que me sorprendió bastante es que ninguno tiene boca y oídos, además de tener las cuencas de sus ojos completamente vacías. Por cada cadáver que destapaba, se levantaba de la camilla metálica y comenzaba a caminar sin rumbo por el cuarto. Al enterarnos de esto, Jonz me dijo que buscara algún escondite. Yo lo hice y me escondí debajo de un escritorio, no sé qué carajo pasaba exactamente. ¿Acaso los muertos comenzaban a caminar? Los observaba con atención y notaba que, de sus cuencas, salía un líquido color negro. No sabía bien si esa era su sangre ya podrida o no, pero me daba cierto asco que me invadía por completo el cuerpo.


Quería escaparme de allí, no sabía cómo. Me levanté sin hacer ruido, pero uno de los muertos me miró y se acercó a mí, mientras los demás hacían lo mismo. Me agarraron de los tobillos, hombros y muñecas, dejándome inmóvil. Empecé a gritar, no sé cómo lo hice, aunque estos gritos cesaron cuando, de pronto, me arrancaron la boca y mis oídos del cuerpo. Aquellas partes arrancadas comenzaban a sangrar, pero no sentía el más mínimo dolor. Podía seguir viviendo mi vida con normalidad. Mientras yo sufría, tratando de correr por todo el lugar para encontrar una salida, Jonz se reía de mí y me decía que mi apariencia era horripilante e indeseable. Necesitaba salir de allí, no sabía como. De un momento para otro, las apariencias de aquellos muertos cambiaron. Ahora, todos eran papá y tenían un pedazo de carne del cuello arrancado. Todos, al unísono, decían que me amaban y extrañaban. No les hacía caso y le pedía a Jonz en lenguaje de señas que me sacara de aquí, ya sabía que conocía la salida de la morgue. Después de habérselo pedido, todos los cuerpos se derritieron, convirtiéndose en un líquido negro que comenzaba a hundir el lugar. La morgue empezaba a llenarse de ese líquido negro noche, subía y subía. En algunos segundos llegaba hasta los tobillos, en minutos solamente llegaba hasta las caderas. Fue escalando rápidamente hasta hundirme por completo en él.


Sentí que habían pasado horas porque, cuando aparecí en la calle, ya era de día (cuando estaba en la morgue, era de noche). Me dirigí las manos hacia mis labios y oídos, seguía teniéndolos en su lugar. Suspiré aliviado y observé el parque que había en la calle de en frente, comenzando a cruzar la calle para ir hasta allí. Le pregunté a Jonz en lenguaje de señas si sabía algo sobre lo ocurrido, pero negó con la cabeza. No sabía la razón por la cual me pasaban tantas cosas extrañas, sólo... Me pasaban y ya. ¿Cómo iba a hacer para detenerlas? ¿Existía un fin en medio de todo lo ocurrido o acaso me iba a ocurrir estas cosas por siempre? ¿Quién era el causante de todo esto? ¿Acaso existe un ser paranormal, un ente o un demonio que quiere que sufra psicológicamente antes de morir? Se me ocurren muchas preguntas sin respuestas que los entes del mundo de Jonz no podrán responder, aunque esperaba que lo hicieran.

Un Miedo Imaginario. | Edward O'Sullivan. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora