Capítulo 6

10.9K 1.2K 241
                                    

Me duele la cabeza —era sábado. El día anterior tus clases de la semana habían culminado, el entrenamiento de héroe había sido bastante duro pero nada que no pudieras soportar.

Lo peor era que ahora tanto Bakugō como Todoroki estaban más cerca de ti y eso, a pesar de ser agradable, te ponía los nervios de punta.

Esa última semana tus sospechas habían sido comprobadas: estaba pasando algo raro con las personas que conocías.

Iniciando con la amargada señora Bayaker que ahora te saluda todas las tardes de una manera bastante amable y siempre te termina invitando unos mochis.

Tu madre, quién llegaba bastante fastidiada del trabajo y no se preocupaba de mostrarte una cara agradable, ahora se sienta contigo a tomar la cena.

Y ahora, los chicos con los que no podías intercambiar palabras por miedo, parecían ser mucho más blandos. ¡Dios, hasta los habías visto reír!

¿Acaso todos se pusieron de acuerdo para ser tan lindos? ¡Imposible! Debía ser algún tipo de coincidencia o enfermedad. O... ¿Quizá ese era un regalo de Dios?

No te molestaba en lo absoluto ese buen cambio, solo te perturbaba muchísimo porque... después de algo bueno viene algo malo.

No podías dejar de pensar en eso.

Chasqueaste la lengua, odiabas ser tan negativo en ese aspecto. Querías vivir la vida a lo hakuna matata, sin preocuparte.

Así que pensando en ello te recostaste sobre el sofá de la sala, encendiendo el televisor y dejando finalmente a tus orejas y cola descansar.

Por alguna razón, no ocultar aquellas extremidades era sumamente relajante, pero no lo hacías en público porque a los niños pequeños les parecía gracioso apretarlas como si no doliera. Además, estas son realmente honestas, si te sentías abrumado o deprimido actuarían de tal forma para demostrarlo. Son problemáticas.
En fin, cuando estabas por conciliar sueño con la baja y pausada voz de la conductora de televisión, el chirriante ruido del timbre te exaltó.

¿De quién diablos se podía tratar?

La floja playera blanca más grande que tú no era discreta para recibir invitados no deseados, mucho menos ese pequeño short negro que era cubierto por la prenda superior. Y, ni hablar de las medias rosas y esponjosas que tu madre te obliga a utilizar para que tus pies no pasaran frío, a pesar de ser primavera.

Pero creíste que era la señora Chikone que siempre importunaba pidiendo una tacita de azúcar, ¿qué más da si te ve así?

Abriste la puerta con una sonrisa bastante fingida para decir que no tenías azúcar, pero al elevar tu vista casi te atragantas con el aire y las palabras al ver a tu compañero de clases.

¡¿Todoroki-san?!

La mano que sostenía la puerta estaba a punto de cerrarle en la cara, mas el impulso de idiotez fue retenido por la poca dignidad que debías mantener.

Los labios te temblaron y la mente se te puso en blanco.

Otakashi, lamento importunar... —su vista se apartó de ti, inclinándose ligeramente, pidiendo disculpas—. Debí haberte avisado, ¿debería irme?

Tardaste un poco en conectar las neuronas, respirando ligeramente conmocionado para terminar negando muy apenado. ¡No podían culparte, eso fue tan inesperado!

No, no. No es necesario... —balbuceaste, con el rostro ardiente y haciéndote a un lado—, por favor, pasa.

Se quitó los zapatos, usando en su lugar unas pantuflas grises que había especialmente para los invitados. Lo dejaste ponerse cómodo en el sofá, ofreciste una taza de té que el hijo menor de los Todoroki aceptó.

Lindo | Boku no Hero AcademiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora