Samantha estaba entrando en el túnel de piedra. Abiertamente podía decir que era el lugar que más detestaba desde que había descubierto su sobrenaturalidad. A su lado Nael caminaba despreocupadamente, tanto, que ella se preguntó si él no extrañaba ser libre. Pero no le preguntó.
El túnel se abrió bajo la colina frente a las puertas de Millage. Ella se vio como dos meses atrás, cuando aún llegaba a Millage. Una sobrenatural más en el reino. Aún le parecía raro que careciera de príncipe o de rey. De un gobernante formal.
Recorrió el mismo camino hasta la fortaleza, dónde aguardaba el castillo de Millage por ellos. Las imponentes y grandes puertas les permitieron el acceso al cuadrado y grisáceo patio, dónde alguna vez Lothar la había elegido a ella y a Nael. El día de La Elección. Ella sabía que sería un recuerdo que la marcaría el resto de su vida. El ser elegida por un maestro, para llevársela, y entrenarla bien. Para ensuciarse las manos por otros y recibir dinero a cambio. Todo para poder ser libre y vivir.
Subieron las largas escaleras de caracol hasta el último piso. Ella recordaba perfectamente el camino.
La madera rechinando bajo sus botas le pareció un sonido, que a pesar de ser familiar, no resultaba reconfortante en absoluto.
Los guardias abrieron la puerta sin tocar y los hicieron pasar. Lo primero que su mirada captó fue a ese asqueroso ser que se hacía llamar el General. A ese hombre no le guardaba ni pizca de respeto. Y mucho menos agrado. Podía decir que lo odiaba con cada fibra de su ser.
— Samantha y Nael. Sus maestros ya fueron notificados de sus desempeños. Vayan a las habitaciones que tenían antes mientras llegan.
Ella apretó los dientes haciéndolos casi rechinar. Ni siquiera los había mirado, ¿Creía que ellos no merecían al menos una mirada después de casi haber muerto por la primera de sus malditas pruebas de La Competencia? Había despertado pensando que tenía la espalda llena de sangre mientras las personas que había matado la ahogaban en ella sujetando sus pies para que no pudiera escapar, y él ni siquiera les dirigía una mirada. Apretó los puños con fuerza antes de que Nael le abriera la puerta para salir con un portazo.
El general Rivers apenas había levantado la mirada con recelo.
— ¿Cómo va su brazalete?— el reflejo de un brillante cabello blanco que llegaba a parecer plateado asomó por una esquina de la puerta.
— Todavía no va ni a la mitad. Creo que tardará un año, al menos.
— ¿Por qué?— gruñó molesto.
— Es... Demasiado.
— Inútil como siempre. Eres igual que tu asquerosa madre— escupió el general con rabia.—, lárgate y prepara la siguiente prueba.
(...)
Lothar lo había enviado a buscar a Samantha antes de su misión— él había pasado con Rivers para el informe de desempeño de su aprendiz, pero no tenía tiempo de llevarla—. Ella estaba ya en el castillo de Millage. Y él, estúpidamente, estaba muerto de las ansias. Fue a zancadas hasta la torre dónde Samantha había sido enviada la primera vez. Saltó las escaleras tan rápido como sus piernas le permitieron. Sintió sus rodillas temblar, y el aliento abandonar sus pulmones cuándo se halló ahí. Frente a la puerta de madera que alguna vez ella había cerrado en sus narices. Tocó la perilla y tomó el aliento que había perdido.
Entró. La manilla se apretó en su mano. Sus pupilas se dilataron y se puso rígido. Nael estaba con Samantha. ¿Qué hacía ahí?
Sentados en la cama, con Phillis frente a ellos, platicando. Cómo si él no hubiera intentado huir; lo suficiente para disgustar a Lothar que, si se enteraba de que Samantha y Nael tenían contacto, no dudaría en sentenciarlo tras La Competencia.

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Millage © [ATLM #1]
FantasyDespués de su detección, Samantha despierta en el bosque, sin saber qué será de ella ahora. Pues para un sobrenatural, las cosas sólo pueden ir en picada una vez que escapan. En Millage, ella encontrará una oportunidad de vivir sin persecusión. Pero...