Capítulo 3: Una verdad difícil de creer.

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Estaba tirado en el suelo cuando él me encontró. Ya había escuchado noticias acerca de este hombre, era un investigador que perseguía a una organización muy poderosa y decía que los que nos gobernaban solo nos veían como un juego. Desconocía los motivos por los cuales me buscaba, me importaba una mierda.

Se paró en frente de mí...

Lo miré con desconfianza y me extendió la mano, ¡¿Qué quería de mí?!, no lo entendía, seguido de pensar esto ignoré su mano y, me paré por mí mismo. Me dijo que deseaba proponerme algo, su voz sonaba fuerte, pero a la vez amable, por alguna razón decidí escucharlo.

Siendo sincero, no me interesaba mucho lo que me quería proponer, ya que a lo mucho creía que me iba a dar una comida o un pequeño sermón, créanme hay gente que en vez de darte dinero te da sermones, y eso al menos era mejor que estar tirado en la calle perdiendo el tiempo. Caminamos un rato, hablando de cosas vagas y sin sentido, hasta que por fin me dijo sus motivos, quería que me una a su equipo,

"Quiero que me ayudes a pelear"

me reí en el instante que dijo eso, no podía interesarme menos, mientras me reía me miraba con un tono serio. Al calmarme le pregunté el "Porqué", y me dijo:

"¿Quién crees que pagó tu tratamiento?"

Me sorprendí un poco, como mínimo debía darles las gracias, pero después de su boca salieron estas palabras,

"para vengar a tu padre, hermano y madre".

Me que quedé desconcertado, en blanco, lo agarré de la camisa, ¡¿cómo se atrevía a hablar de mi familia?!, es más ¡¿Cómo sabía de esta?!, me miró tranquilo y con una serenidad, como si ya conociera del tema, me dijo

¿quieres saber de Ouróboros?

Y me quedé callado, ese nombre despertó la vieja curiosidad que había nacido el día que había encontrado la libreta en el cuarto de mi hermano, seguido me dijo que lo acompañara, lo seguí hasta ingresamos a una parte de la ciudad casi abandonada, estaba a las afueras de esta, entre tierra y pequeños callejones llegamos a una casa antigua y al parecer abandonada, al entrar, me quedé bastante sorprendido, me había imaginado una sala con computadoras y tecnología o algo por el estilo, pero era una casa de lo más normal, esa imagen típica y cliché me dejó algo decepcionado, después bajamos por unas escaleras para llegar al sótano oculto detrás de una pared falsa nos condujo a una pequeña sala, fotos de varias personas y lugares adornaban la sala, al parecer tres personas nos esperaban, todos tenían más o menos mi edad, o al menos la diferencia no era mucha, se presentaron y aquellos nombres nunca olvidaré: Irene, Boris y Samin.

Suspiré... (esto no encajaba nada conmigo)

Me presenté, y seguido me dieron la bienvenida al grupo (¡al cual no había aceptado entrar!).

Necesitas entrenamiento, pero todo irá bien, dijo Boris.

¿Entrenamiento?, ¿Para qué?, no tenía ni idea de lo que decía, parecían un grupo de locos obsesionados con conspiraciones, evité reírme esta vez, miré al detective buscando una respuesta de ¿Qué rayos hago yo aquí?, el me miró con tono serio.

¿Querías saber de Ouróboros?, ¿no?

Asentí, pero ¿esto tenía algo que ver?, ya no entendía nada- el detective caminó al centro, mientras más explicaba más alocado y la vez creíble me parecía, irónico ¿no? Ouróboros, así se hacían llamar los gobernantes de este país, al parecer para ellos las vidas de las personas era un juego, jugaban con la economía, con la administración, con toda cosa que les proporcione diversión, tenga que matar o no, eso no importaba, si un gobernante mataba a un mercader para conseguir sus tierras, lo podía hacer, ¿Por qué?, porque quería y porque podía. Las reglas las ponían ellos, nadie los conocía, ni los habían visto, pero su poder e influencias no tenían límite. Me costó creerlo, pero mi opinión cambió cuando me llevaron a la zona central de la capital, enfrente nuestro había muchos soldados custodiando una muralla, seguido esto el detective me dijo que mirara sus brazos... me quedé pasmado, no sabía no que decir ni hacer, cada soldado llevaba el mismo tatuaje que el asesino de mi madre y hermano, una serpiente con su cuerpo enrollado formando un ocho. Me llevaron por otro lado, en una de las paredes estaba grabado el mismo símbolo, no podía creer todo lo que me habían dicho, pero de algo estaba seguro y era que los que nos gobernaban, mejor dicho, Ouróboros, no podían ser personas que buscaran el bienestar del país o al menos no les interesaba. Regresamos a la casa donde me habían contado todo, me pidieron decidir, ¿creerles o no?, apoyarlos o ignorarles y seguir con mi vida en las calles.

Miré por la ventana, ya era de tarde, el sol estaba ocultándose lentamente,

Suspiré....

Decidí quedarme, quería averiguar más acerca de Ouróboros, aunque aún no me convencía la idea de que controlasen el país en un plan de juego, el detective sonrió, lo miré, algo en su mirada me daba tranquilidad y confianza, me guio hasta mi cuarto, en donde pude bañarme y recostarme en una cama después de un tiempo, se sentía nostálgico, no me había recostado en una cama desde que había estado en el hospital, así mi mente se empezó a llenar de pensamientos y el sueño empezó a invadirme (Sería lógico revelarse ante Ouróboros, pero al parecer esta realidad apenas los conocíamos los que habíamos estado en la sala, la gente aún pensaba que nuestra pobreza, nuestra miseria y dolor era a causa de una crisis mundial, la cual probablemente no existía.), y con esa idea en la cabeza me quedé dormido...

Eran como las diez de la mañana, bajé los escalones al primer piso, traía ropa nueva que me habían dejado en mi cuarto, si eran unos mentirosos, eran unos muy amables, me dije para mí mismo.

Bajé al sótano

Estaban todos reunidos, me saludaron, asentí y el detective prosiguió a preguntarme, ¿qué sabía acerca de las personas atrapadas en el almacén?, eso respondía el cómo sabía que me habían herido, me había estado siguiendo. Proseguí a contarles lo que sabía, al terminar de contarles me miraron atentamente, y dijeron:

Esa gente está viva, les ayudaremos.

Y así me embarque en una misión suicida para ayudarles, puesto que ya formaba parte de su equipo (al parecer).

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