(𝟐) 𝐒𝐄𝐑𝐄𝐍𝐃𝐈𝐏𝐈𝐀 | it.

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❛CUPIDOS❜

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Si existía algo que Eddie odiara y despreciara con todo lo que su pequeño ser le permitía, eso en definitiva sería despertar temprano cuando no tenía que trabajar, y no es que odiara su trabajo; ser doctor era ciertamente una de las mejores decisiones que había tomado en toda su vida, pero el horario que le era asignado en el hospital en donde trabajaba era totalmente agotador. Muchas veces, incluso pasaba dos días enteros sin dormir por los largos turnos que solía ocupar, por lo que los escasos días que podía tener libres, los disfrutaba durmiendo hasta la hora que le plazca.

— Maldita sea.

Si bueno, al parecer, aquella regla tan preciada para el ex asmático, fue completamente ignorada por su futuro esposo ése día, ya que las persianas de los enormes ventanales de la habitación estaban completamente abiertos, logrando que la luz se filtrara y pegara justo en el rostro del castaño, dándole a entender que ya había amanecido o al menos, estaba apuntó de hacerlo, lo cual le provocaba aún más molestia.

¿Qué era tan importante como para que Richie interrumpiera sus sueños?

— ¿Rich? — Murmuró con su voz aún adormilada al no sentir la presencia del azabache a su lado. Se tallo los ojos en un intento de disipar la molestia a causa del sol y una vez su vista se aclaró, giro su cabeza hacia a un lado observando el pequeño reloj que tenía en la mesa de noche. — ¿Cinco? — Arrugó su frente sin entender y al darse cuenta de lo que claramente significaba, abrió sus ojos incrédulo. — ¡¿Las cinco de la mañana?!

— Me preocuparía si fueran las cinco de la tarde, bello durmiente. — Escucho la voz bufona de la persona a la que tanto amaba, pero que en estos momentos, quería estrangular con sus propias manos.

Eddie lo fulmino con la mirada al instante logrando que Richie borrará su sonrisa burlona y la cambiará a una inocente, creyendo que así, su novio dejaría de estar enojado. Él sabía en lo que se metía, tenía muy claro que abriendo las persianas como tanto odiaba el castaño, lo haría enojar, y aún que, odiaba y a la vez amaba aquella expresión tan tierna que solía poner Eddie cada vez que se enojaba, no era en vano que lo hacía.

Todo tenía una razón.

— ¿Me quieres explicar por qué demonios me despiertas a las cinco de la mañana? — Indagó el bajito bajándose de un brinco de la cama y cruzando los brazos hasta plantarse frente a Richie, quien estaba sentado cómodamente frente al ventanal con un par de hojas en el mini escritorio que estaba a su lado. — Y — Alzo su dedo índice señalándolo. — No te atrevas a bromear, Richard Tozier. — Le advirtió con severidad y el nombrado tuvo que obligarse a no sonreír.

Esa mirada, La frente y nariz arrugadas, los labios fruncidos y las mejillas infladas. ¿Era raro que lo volviera loco esa mirada? No lo sabía, pero estaba tan enamorado y fascinado con todas las facetas que tenía Eddie, que incluso aún cuando se parecía a una pequeña ardilla furiosa porque le quitaron sus nueces, a Richie seguía pareciéndole tan hermoso y perfecto como siempre.