Los días pasaban y cada vez Isabel y Edgar se acercaban más y más. Seguido salían juntos a la hora de la comida a algún restaurante cerca de la empresa. Se les iba el tiempo volando cuando estaban juntos, y cuando no, esperaban ansiosos una llamada o texto del otro.
Su amistad crecía y se hacia cada vez más notoria, y un sentimiento distinto, más fuerte, empezó a despertar en ellos. Aunque Isabel intentaba ignorar lo que empezaba a sentir, tratando de convencerse de que solo era un cariño de amigos.
Sin darse cuenta, Edgar se estaba convirtiendo en una persona esencial en su vida. Cuando no estaba a su lado trabajando, Isabel se encontraba pensando en él, en su cercanía, su perfume masculino que le encantaba.
Y por su parte, a Edgar no le cabía la menor duda de sus sentimientos hacia Isabel, él la adoraba, pues ella se había robado su corazón desde el primer día que se conocieron. Pero esperaba el momento oportuno para declararle sus sentimientos, no quería espantarla y alejarla de él.
Después de su divorcio sabía lo renuente que estaba Isabel a entablar una nueva relación, pero estaba decidido a conquistarla y mostrarle lo que era el verdadero amor.
Semanas Después..
Esa tarde los dos se encontraban en la oficina de ella revisando unos contratos. Isabel bajó los documentos que estaba leyendo sobre el escritorio y por varios minutos se quedó observando a Edgar sentado enfrente de ella, quien al estar tan concentrado en sus papeles no se dio cuenta.
No sabía en qué momento ese hombre se había convertido en un ser tan importante para ella, pero aún le daba miedo admitirlo.
El celular de Edgar sonó sacándola de sus pensamientos y él al ver que era de parte de su nana contestó rápido.
"Dime Sara ¿Todo bien?" Al escuchar lo que le decía Sara Edgar se puso pálido. "De inmediato salgo para allá."
"¿Que pasa Edgar?" Preguntó Isabel preocupada yendo a su lado. Nunca lo había visto así, tan angustiado.
"Era mi nana, dice que Ángel tiene fiebre, tengo que ir a ver cómo está."
"Si claro no te preocupes, terminamos esto después, primero esta tu hijo. Yo te acompaño."
"Gracias Isa, vamos."
Isabel tomó su bolso, y se arrancaron en el coche de Edgar a su casa. En el camino le llamó al pediatra de Ángel para avisar que lo llevarían al consultorio a que lo revisarán.
Al llegar a su destino, Edgar fue directo a la recámara de Ángel, encontrándose a Sara aplicándole compresas de agua fría para bajarle la temperatura. Edgar las introdujo rápidamente y se sentó al lado de su pequeño en la cama. Isabel se quedó cercas de la puerta ya que no quería estorbar, y Sara fue a alistar las cosas para llevar al niño con el doctor.
"Hola campeón ¿Como te sientes?" Le preguntó Edgar, tocándole la mejilla encontrándola ardiendo, y le cambió la compresa en la frente por una fresca.
"Mal papi, me duele mi pancita, no me gusta estar así." Le contestó con una vocecita cansada y haciendo pucheros.
"Yo lo sé Angelito. No te preocupes, pronto vas a estar bien. Iremos con el doctor y te vas a curar muy rápido, ya verás. Y entonces podrás seguir haciendo de tus travesuras." Le dijo sonriendo para darle ánimos.
"Ok papi." Contestó Angelito regresando una pequeña sonrisa.
Isabel observaba ese intercambio entre ellos y moría de la ternura. No cabía duda de que Edgar era un gran padre y Angelito lo adoraba.
El niño notó a Isabel parada cerca de la puerta y señaló a su papá para que se agachara y hablarle al oído.
"¿Papi, quién es esa señora bonita?" Preguntó Ángel curioso y algo tímido.
"¿Verdad que si es muy bonita? Deja te la presento." Edgar se levantó y señaló a Isabel para que se acercara.
"Mira Angelito, ella es mi amiga Isabel, trabajamos juntos. Te conté de ella ¿Te acuerdas?"
"Ah sí. Hola Isabel." La saludó Ángel regalándole una tierna sonrisa que le derritió el corazón a Isa. Ángel era un niño precioso.
"Hola mi vida, ya tenía muchas ganas de conocerte, tu papá me ha contado mucho de ti." Isabel se acercó y le acarició el pelo. Ángel se sentó y sorprendió a Isabel con un abrazo el cual ella no dudó en corresponder.
Edgar los observaba feliz, las dos personas más importantes en su vida ya se conocían y al parecer Angelito, al igual que él, ya adoraba a Isabel.
Sara regresó y les avisó que todo estaba listo, Edgar tomó Angelito en sus brazos y se fueron rápidamente hacia el consultorio.
Al llegar los pasaron a un cuarto, su doctor lo revisó y le administró algo para bajar la temperatura. Ahora solo faltaba esperar a que regresaran los resultados de unos análisis que se le habían hecho.
Angelito insistió que Isabel estuviera cerca de él en todo momento, y ella se sentó a su lado en la camilla, acurrucándolo hasta que el pequeño se quedó dormido.
Edgar solo admiraba esa bella escena desde su su asiento. El pequeño apenas la conocía y ya se aferraba a ella, sintiendo ese cariño maternal que Isabel le brindaba.
"Isa, ven." Edgar susurró.
Isabel se separó con cuidado para no despertar a Angelito y se sentó enseguida de Edgar.
"¿Te puedo preguntar algo?"
"Lo que quieras, Edgar." Volteó a verlo.
"¿Nunca pensaste en tener hijos?"
"La verdad sí, siempre quise tenerlos. Pero a Germán nunca le interesó ser padre. Trate de convencerlo varias veces a través de los años pero no lo conseguí. Fue lo mejor, que no haya sucedido con él, todo hubiese sido más complicado."
"Hmm." La abrazó acercándola, y ella recargó su cabeza en su hombro "Yo pienso que hubieras sido una gran madre, mira mi pequeño, apenas te conoce y ya te adora, al igual que yo." Sonrío y le dejo un beso sobre la cabeza.
Isabel alzó la mirada y se topó con esos ojos claros de él, que la miraban fijamente y en ese momento reflejaban sus más puros sentimientos hacia ella. Isabel no lo pudo ignorar más, y su pulso se aceleró ante la cercanía.
"Edgar.. yo.." Isabel susurró, sin saber que decir, sus mejillas tornándose coloradas.
"Isabel, se que es muy pronto, y te puede parecer una locura, pero yo me muero por ti."Le acarició la mejilla. "Te has robado mi corazón."
Isabel no pudo resistirse más y cerró la distancia entre ellos, uniéndolos en un beso que tomó Edgar por sorpresa.
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𝓘𝓷𝓮𝓼𝓹𝓮𝓻𝓪𝓭𝓸
RomanceEl destino confabula de extrañas maneras. Lo INESPERADO sucede, y el amor puro, verdadero, llega a cambiar el rumbo de sus vidas. Isabel y Edgar descubren que las heridas sanan y el amor todo lo puede.