𝙲𝟻 𝙽𝚘 𝙴𝚜𝚝á 𝚂𝚘𝚕𝚊

506 56 20
                                    

Isabel rodeó el cuello de Edgar con su brazos, pegando más sus cuerpos, y él la tomó de la cintura. El beso que comenzó lento y suave se fue intensificando cuando sus lenguas rozaron,  explorándose el uno al otro. Los corazones latían a mil por hora, y en ese instante se demostraban la necesidad y el deseo que ambos sentían por el otro. Al faltarles el aire se separaron lentamente, uniendo sus frentes con la respiración alterada.

"No sabes cuantas veces imagine probar esos labios tuyos." Susurró Edgar.

"Yo igual.. Puede que si sea una locura, que es muy rápido después de todo.." Suspiró Isabel, acariciándole los labios. "pero ya no puedo negar que estoy siento lo mismo que tú. Quiero estar a tu lado Edgar."

"No sabes lo feliz que me hace escuchar eso, Isa." Sonrió, abrazándola fuertemente.

"Solo prométeme algo." Lo miro a los ojos acariciando su mejilla.  "Que nunca me harás daño, por favor, eso no lo soportaría."

"Te lo prometo, mi amor.  Eso jamás va a pasar."

"Me encanta como se oye eso, mi amor." Sonrío Isabel con ojos llenos de ilusión.

"Siempre serás eso, mi amor inesperado, que sin buscarlo llego de repente a mi vida.  Te amo, Isabel."

"Y yo a ti, Edgar.  Esto que siento por ti nunca lo había sentido en mi vida.  Te amo, te amo.."

Sus labios se unieron de nuevo y un beso dulce y lleno de sus sentimientos siguió esa declaración de amor.  Isabel recargó su cabeza en el hombro de Edgar, y entrelazaron sus manos.

Un par de horas después por fin llegó el doctor con los resultados de los análisis. Tomó la temperatura de Angelito para cerciorarse de que todo marchara bien, y para el alivio de todos la fiebre iba bajando.

Resultó que el pequeño tenía una infección en el estómago, pero con cuidados y los medicamentos recetados pronto se recuperaría.

Al salir del hospital pasaron a una farmacia por las medicinas y regresaron a casa.  Edgar subió a un durmiente Angelito a su recámara, lo acobijó y dejó un beso en su frente.  Doña Sara se quedaría al pendiente de él mientras Edgar llevaba a Isabel de regreso a su casa.

En el camino iban envueltos en una nube de amor, escuchando música suave, tomados de la mano, y dándose cariños.  Al llegar a su destino, como todo un caballero, Edgar la acompañó hasta la puerta.

"¿Qué te parece si cenamos juntos mañana?  Hay que festejar que dimos este paso, que por fin estamos juntos." Le besó la mano.

"Me encanta la idea. Puede ser en tu casa, así le podríamos dar la noticia de lo nuestro a Angelito, claro, si está bien contigo.." Sonrió sonrojándose un poco.

"Claro que lo está mi amor, creo que a él le dará mucho gusto, le caíste muy bien. Bueno preciosa, es hora de irme ¿Me das un beso de buenas noches?" La tomó de la cintura acercándola a él.

Isabel sonrió pícara y le mordió el labio inferior suavemente, haciéndolo enloquecer.  Edgar gruñó, y tomándola suave de la nuca se apoderó de sus labios en un beso lleno de pasión y necesidad que la hizo temblar, encendiendo un fuego en su interior que Isabel no había sentido antes.

Al faltarles el aire se separaron y sonrieron cómplices, Edgar la abrazó respirando profundo.

"Wow, que beso. Me vuelves loco, Isa." Le susurró al oído haciendo que se le erizara la piel.

Sin imaginárselo en ese momento el destino les daría una mala jugada, haciéndoles pasar un momento desagradable empañando la felicidad que empezaban a disfrutar.

Germán llegaba a la casa en busca de Isabel cuando se los encontró en la entrada, abrazados dándose cariños.

"¡Isabel! ¿Me puedes explicar que está pasando? ¿Quién es este tipejo?"

"Germán.. ¿Qué demonios haces aquí? Te dije que no te quería volver a ver en mi vida.." contestó Isabel visiblemente afectada por su presencia.

"Necesitaba hablar contigo, y como no me has contestado mis llamadas vine a buscarte.  Pero ya veo la razón, que escondidito te lo tenías, eres una..—"

"Ni una palabra más, Isabel es una dama y la respetas, o te las verás conmigo.  Ella tiene quien la proteja." Edgar se puso entre ellos, escudando a Isabel de ese hombre.

"Mejor vete de aquí Germán , nosotros ya no tenemos nada de que hablar, y no tengo por que darte explicaciones de lo que hago con mi vida. No más."

"Eso lo veremos.  Aunque hayas logrado divorciarte de mi lo nuestro no ha terminado, eso tenlo por seguro.  Y tu imbécil, mas vale que te alejes de ella, o atente a las consecuencias."

"El que se va a alejar eres tú. Isabel no está sola y no voy a permitir que la molestes más. Lárgate o te saco a patadas."

Germán miró a Edgar lleno de odio y se marchó de ahí jurando poner a ese tipo en su lugar. Al ver a Isabel en brazos de otro hombre ella se convirtió en una obsesión, tenía que tenerla solo para él de nuevo. Y de una manera u otra lo iba conseguir, aunque tuviera que ser a la fuerza.

Después que se fue Germán, Isabel no pudo contenerse más y el llanto se apoderó de ella. Edgar la tomó en sus brazos ofreciéndole su apoyo y protección, acariciando su espalda para calmarla.

"Nunca lo había visto así, Edgar, violento y tan lleno de odio. Pensé que Germán ya estaba fuera de mi vida. Tengo miedo de que intente algo en contra de nosotros." Lo abrazó con mas fuerza aferrándose a él.

"Mi amor, yo no voy a permitir eso. Yo estoy aquí para protegerte." Le dio un beso en la frente, y secó sus lágrimas. "No dejaré que nadie arruine nuestra felicidad que apenas comienza ni que te hagan daño. Tenlo por seguro."

"Gracias mi vida, no se que haría sin ti." Le acarició la mejilla, sintiéndose más tranquila.

Isabel logró calmarse, y después de despedirse de nuevo Edgar esperó a que ella entrara a su casa y se retiró rumbo a la suya. Tenía un mal presentimiento sobre Germán. Temía que ese patán no dejaría en paz a Isabel tan fácilmente, pero estaba decidió a proteger su amor y enfrentarse a él si era necesario.

𝓘𝓷𝓮𝓼𝓹𝓮𝓻𝓪𝓭𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora