Capítulo 66

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Me removí de mi cama una y otra vez, me refregué el ojo y vi que alguien estaba tocando mi ventana. Me acerqué lentamente y sonreí al ver la persona que estaba al otro lado de la ventana. Me mostró su hermosa sonrisa y abrí la ventana. Él entró con gran facilidad y tomó mi cabeza con cuidado y me besó con ternura, mis labios se movieron al compás de los suyos.

Él mordió con fuerza mi labio inferior antes de soltarlo. Se pasó una mano por su pelo rubio y me sonrió.

—Te ves bonita—tomó mi mano y le dio una suave caricia.

—Estaba durmiendo, solo lo dice porque me amas—me observó con sus hermosos ojos azules y puso una mano en mi mejilla.

—Eres bonita, créeme cuando te lo digo—me dio un suave beso y me atrajo a su pecho y no dudé en esconder mi cabeza en su cuello.

Lo amaba, amó a este chico tan callado y misterioso al contrario de su hermano, que era más mujeriego. Nicolás acarició suavemente mi cuello mientras me contaba cosas sin importancia de su día.

—Te amo, Anastasia—me susurró, besándome mi cuello.

Me separé de él, para míralo fijamente.

—Dime que me amas—me pidió con una dulce sonrisa.

—Te amo, Nicolás.

—¿Así? —Preguntó con una sonrisa enorme.

Puso sus manos en mi hombro y me empujó con cuidado hasta que mi espalda tocó mi colchón y se subió arriba de mí. Acarició mi mejilla con cuidado y fue bajando hasta la altura de mi cuello.

—No deberías amarme, Anastasia—me dio un suave beso en la mejilla y su nariz acarició la mía—. Tengo muchos demonios y voces que me atormentan.

Tomé su muñeca y lo miré fijamente, porque siempre me decía esas palabras, no tenía sentido Nicolás, era tierno, cariñoso, cuidadoso y amable, no entiendo qué demonios puede tener en su interior.

—Te amo—volví a repetir.

—¿Segura? —Preguntó serio. Puso su otra mano en el cuello y con una sonrisa malvada —comenzó a aparecer en sus labios—. No deberías amar a un monstruo como yo.

Nicolás comenzó a apretar mi cuello con fuerza, puse mis manos en sus brazos intentando rasguñarlo y comencé a patalear, intenté gritar, pero cada vez me costaba más respirar, rasguñé su cara que comenzó a sangrar, pero aun así no se detenía.

Sentí que alguien me movía sin parar y desperté de un salto con una mano en mi cuello. Le pegué un combo a esa persona y me caí de la cama, podía escuchar como esa persona soltaba un gruñido. Comencé a retroceder hasta que tocó la pared y me masajeó el cuello. La luz se encendió y parpadeó varias veces para acostumbrarme.

Diego se levantó y se masajeaba la mejilla derecha. Mordí mi labio inferior con fuerza y me limpié las lágrimas que caían sin control. Odiaba estas pesadillas porque se siente tan real.

Se agachó y tiró de mi mano para que me sentara en su regazo.

—Ya paso—me peina el cabello. En ese momento se abrió la puerta y entró la rubia—. Tuvo una pesadilla, tranquila, Ale, me encargo yo.

Alejandra se acercó a mí y apenas la podía ver a través de mis ojos. Una lágrima recorrió su mejilla. Sé que siente mi dolor, fue ella la que ha presenciado estas pesadillas hace dos años atrás y ahora recientemente. Me dio un suave beso en la frente y se fue.

Hermosa RendiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora