Capítulo 72

87K 4K 1.2K
                                    

Diego me miraba de reojo, mientras miraba la ventana. Solté un suspiro, estaba cansada, ya que todas las pesadillas, habían consumido mi energía. Mis párpados me pesan cada vez que pestañeo, aun cuando intenté tomar pastillas para dormir, soñaba igual con Nicolás y era peor, ya que lanzaba golpes y patadas a Diego, así que preferí dejarlas.

Sentí su mano en mi rodilla y lo mire e intente sonríe.

—Anastasia, quiero que todo salga bien, que vuelvas a reír en voz alta, que el universo te escuche, que cada sueño que tienes se te cumpla. Quiero verte ganar. No te rindas, por favor sonríe para mí.

Lo miro y abrazo mis rodillas. Estoy cansada, esto no es vida la que estoy llevando. ¡No! ¡No, no podía dejarme vencer! Tenía que comenzar a entrenar y de hecho le había pedido ayuda a Mariel y en unas horas más iba a pasar a buscarme.

—Te amo, por favor no te rindas—me suplico Diego.

—No lo haré Diego, lo prometo—le aseguré.

Estire mis manos que rodearon su cuello, él me alzó y mis piernas rodearon su cadera. Camino directamente a la cama y acarició mi pelo. Me miró con preocupación.

—Diego, estaré bien. Hoy día comienzo de nuevo a entrenar y estoy segura de que eso me despejara un poco de todo.

—Eso espero. Estoy preocupado, Anastasia, no quiero que hagas una locura. ¿Dime que esto de entrenar es para despejarte y no para ir a enfrentarte tú a Nicolás? —Preguntó preocupado.

Me mordí el labio inferior, porque en cierta parte era para despejarme, pero también para sentirme más segura conmigo misma cuando me enfrentara con él. Diego me pellizco la cadera.

—Es para sentirme más segura.

Él achicó sus ojos y negó con la cabeza, no estaba de acuerdo, pero tampoco me lo podía prohibir. Es algo que prometimos que nunca nos prohibiríamos cosas, ambos somos bastante grandes y cada uno toma las decisiones de su vida. Mi teléfono comenzó a sonar. Me levanté del regazo de Diego y tomo mi celular.

—Hola, guapa.

—Hola, Mariel—dije con una sonrisa—. ¿Cómo estás?

Sentí que alguien gritó su nombre y ella respondió y se alejó un poco de ruido, ya que parecía que estaba en un gimnasio o algo por estilo y sentí que cerró la puerta.

—Ahora sí, reservé una parte del gimnasio para nosotras—me mordí el labio inferior—. Espero que estés preparada Anastasia, te enseñaré de todo, será duro y cansador y ten en cuenta que no tendré piedad, ¿vale?

—Vale, me vas a patear el trasero, ¿verdad?

—Más o menos, nos vemos en un rato, paso a recogerte en dos horas más.

—Nos vemos y gracias, Mariel, sé que no deberías hacerlo, pero esto me hace sentir más segura.

Ella se calló un momento antes de responder.

—No es ético de mi parte, pero te ayudaré, Ana. Adiós, tengo una reunión importante.

Ella colgó la llamada y Diego me abrazó con fuerza. Cerré los ojos, necesitaba aprender a desarmar a alguien, necesitaba saber defensa personal. Amo boxear y siempre he sabido defenderme bien, pero no sé bien como desarma alguien que tiene una pistola o cuchillo y sé que Mariel me lo va a enseñar. Tengo que ser fuerte y sé que Nicolás es un cobarde que sin armas no es nada.

Me di la vuelta para mirar a Diego y antes de que pudiera darme bien la vuelta, él me besó con fuerza, metiendo su lengua dentro de mi boca con posesión y me apretó con más fuerza y una de su mano acariciaba mi mejilla. Nuestras lenguas se enredaron en una pequeña batalla sensual. Nos separamos por falta de aire y me di cuenta de que Diego tenía los ojos rojos.

Hermosa RendiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora