1. Favonio es un nombre horrible

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No. No te atrevas a mentirme. Sé que tú también lo pensaste la primera vez que lo leíste. Es un nombre horrible.

Favonio.

F.A.V.O.N.I.O.

Por todas las flechas de Eros, ¿qué tipo de nombre es ese? Se nota que los romanos me querían poco...

No creo que sea necesario, pero me presentaré de todas formas. Soy un dios con modales y educación.

Mi nombre es Céfiro (o Favonio, pero, de verdad, no me llaméis así) y soy el dios del viento del oeste. Se me conoce como el más amable, guapo, atractivo, sexy, inteligente, encantador, carismático, agradable y modesto de todos mis compañeros dioses del aire. Antes de estar esclavizado durante milenios vivía en una bonita cueva en Tracia y me limitaba a traer y llevar las feromonas de la primavera. También, cuando me aburro, ayudo a mi viejo amigo Hermes con la mensajería.

Se puede decir que mi vida ha sido poco relevante y miserable. Estoy seguro de que estáis familiarizados con la historia de cómo perdí mi libertad, pero igualmente os la resumo:

Me enamoré de Jacinto (el mortal más perfecto que había conocido hasta el momento), el muy ligón tonteó con el idiota y arrogante de Apolo, en un accidente provocado por mis celos acabé con su vida y Eros me rescató de la ira de Apolo a cambio de ser su sirviente para siempre. Fin.

Lo sé. Apasionante.

Jacinto no fue mi única conquista. Por si no era obvio, yo he triunfado mucho en el amor. En el matrimonio no tanto. Me suelen durar poco las esposas: Iris, Cloris, Podarge... Y ahora que hablamos de mis exs he recordado que tampoco soy brillante en la paternidad. Me reconforta el hecho de que al menos no soy un patán como el idiota de Zeus. Ese hombre no sabe controlarse ni hacer de padre con todos los regalitos que va dejando. (Si preguntan, yo no dije esto. Fue Bóreas).

Digamos que mi nombre no aparece mucho más en los libros de texto, ¿quizás es porque Favonio es un nombre terriblemente feo? Aunque, si me paro a pensarlo, tampoco fui el favorito de los artistas. Creo que alguna aparición mía hay haciéndole de transportista a mi amo Eros, pero obviamente no supieron captar mi obvia y absoluta belleza natural y divina.

Mi vida amorosa ha estado bastante matada desde que comencé a "trabajar" para Eros. La jornada a tiempo completo es absorbente al igual que la personalidad de mi amo. Con la cantidad de tareas que debía hacer, me era imposible el ligar en condiciones.

No me permití el lujo de fijarme en nadie, al menos no hasta que no crucé caminos con tres hijas de Hécate muy peculiares.

Pasaba por Nueva York, pues debía entregarle unos documentos a Afrodita de parte de mi jefe. Ya sabéis cómo funciona esto del papeleo divino, la gente como yo es quien se encarga de que todo no sea un completo caos.

Como de costumbre, paré a dar una vuelta por la ciudad a la que había sido enviado y me senté en una heladería a tomar un cucurucho de chocolate. La mañana era tranquila, hacía calor y los transeúntes iban de un lado a otro sin demora.

Solo una mañana más en Nueva York.

Justo cuando iba a seguir con mis quehaceres, fijé mi vista en tres chicas que caminaban una tras otra en la calle de enfrente. Todas vestían de negro y adornaban sus atuendos con unas pamelas del mismo color. Nadie parecía verlas, prácticamente invisibles para el ojo mortal. Yo siendo un dios no pude evitar sentir aquel estallido de magia y poder. No había duda: eran semidiosas.

La primera de las mujeres era la más llamativa y a su vez la más bajita. Mediría poco más de metro sesenta, ojos negros, pelo azabache y liso cortado a la altura del mentón, piel pálida y gesto serio. Llevaba un vestido corto acompañado de una chaqueta de bordados y flecos, unas medias finas y unas deportivas desgastadas por el uso. Había algo en aquella chica... algo mucho más poderoso que incluso yo mismo. Por ese mismo motivo me costó apartar la vista de ella, era demasiado poderosa para ser tan joven y medir tan poca cosa.

La segunda conseguía sacarle una cabeza a la anterior gracias a unos grandes botines de cuero. Su vestido negro llegaba hasta la rodilla y las mangas hasta sus muñecas. La piel que dejaba ver sus piernas era dorada, sus rasgos faciales redondos y agraciados y sus cabellos blancos platinados sueltos y bien peinados. Se veía tan segura de sí como su anterior compañera, pero esta carecía de aquel matiz fiero y ansioso que se apreciaba en la otra.

La tercera y última semidiosa había elegido una combinación vaporosa que llegaba hasta sus tobillos. Su cabello azabache rozaba su espalda en unos hermosos bucles. A diferencia de sus dos compañeras, esta se veía distraída, casi aburrida. Observaba sus uñas con sus dos grandes ojos grises, como si aquello fuera más interesante que la mismísima ciudad de Nueva York. Era hermosa; poseía ese tipo de belleza inmortal capaz de pasar desapercibida y a su vez arrancar jadeos de admiración.

Seguro que algo estará intentando adivinar cuál de las tres chicas logró prendar mi corazón. ¿Queréis que os lo diga? ¿Sí?

Pues no, pedazo de cotillas. No adelantéis acontecimientos y sed pacientes.

No tardé mucho en hilar cabos: tres semidiosas por Nueva York, las tres vestidas de negro y andando en formación. Obviamente tenían una misión.

Como soy un dios curioso por naturaleza (y aparte aquellas tres estaban para comérselas en lencería con bordados en oro), decidí seguirlas desde una distancia prudencial. Sólo por si necesitaban mi ayuda, ya sabéis que soy un buen samaritano. No resultaría extraño viniendo de mí.

Apenas llevaba unos minutos siguiéndolas el rastro cuando la primera de las semidiosas paró en seco y barrió el perímetro con su mirada. Sus ojos, antes oscuros, brillaban de en un fogoso rojo carmesí sediento de sangre.

Sólo había una semidiosa capaz de hacer aquello.

La mismísima Elegida de Apolo.

- ¿Qué ocurre, Val? -preguntó la muchacha peliblanca.

'Val'. Valerie Sarel. Ese era el nombre de la actual Elegida de Apolo.

- Alguien o algo nos sigue -sus ojos felinos se movieron por la estancia hasta posarse en mí, que pese a ir convertido en viento logró sentirme-. Kendra, Rosa, preparaos para despistar a nuestro mirón.

Kendra y Rosa. ¿Quién sería quién?

Las tres chicas se dieron la mano y al segundo de después se hubieron desvanecido, como si jamás hubieran estado allí.

Aquella fue la primera vez que vi a las hermanas Sarel: Valerie, Kendra y mi amada Rosalyn. No olvidaría sus nombres ni sus rostros. No podría parar hasta lograr cruzar mis caminos con los de ellas.

Lo sé. Aquello fue un comportamiento irracional viniendo de un dios ya crecidito. Pero el amor es así: salvaje, incontrolable, irracional e impredecible. O al menos eso es lo que Eros dice.

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¡Bienvenidos!

Os explico el funcionamiento del 3.5 de este maravilloso fanfic de Leo Valdez. Aquí sólo contaré cosas relacionadas con el pasado de los padres de Sabrina, la relación entre Céfiro y Sabrina, datos personales de Céfiro, eventos no narrados y su relación con los hijos de Sabrina.

Las publicaciones serán esporádicas y no necesariamente irán en orden cronológico. Se avisará por mi muro de Wattpad (MandyMelody ) o por mis redes sociales (MandyMelody00 en Twitter e Instagram).

¡Espero que os guste! ¡Comentad cosas que os gustaría que Céfiro os contara!

Mando amor desde el otro lado de la pantalla❤️❤️❤️

Las Crónicas de Céfiro; HÉROES DEL OLIMPO (N° 3.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora