Sospechas

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Debí haber sospechado algo cuando día tras día el se dedicaba a suplicar porque yo me uniera al club de natación con él, después de todo ¿por qué yo? Nunca antes había practicado tal deporte, ni siquiera podía poner un pie en el agua y aún así acepté.

Al principio pensé que solo era admiración, pero luego me di cuenta de que algo extraño ocurría.

Podía ser ese brillo que esos ojos de color rubí trasmitían cuando hablaba conmigo o cuando hablaba sobre mí (o eso era lo que la gente cercana solía decirme) pero algo así era común en Nagisa, cuando hablaba de muchas personas que eran especiales para el estaba ese brillo, pero conmigo era diferente, totalmente diferente.

Comencé a pasar más tiempo con el, entre el club y la escuela, nos habíamos hecho cada vez más cercanos y desde el problema con sus padres, me quise asegurar de ayudarlo a estudiar para que pudiera seguir nadando, tal vez esa fue una de las primera señales que me debían haber hecho darme cuenta de qué, muy en el fondo no lo hacía solo por él ,sino también por mi.

El hecho de juntarnos a estudiar era más cotidiano, iba a mi casa o yo iba a la suya, aunque por alguna razón el siempre prefería la mía, siempre que íbamos a su casa, sus hermanas me seguían con la mirada, guiñándome un ojo o cuchicheando entre ellas cada vez que pasaba, lo cual ponía al rubio más que nervioso haciendo que todos los colores se le subieran a la cara y comenzara a comportarse más extraño de lo normal.

No fue hasta que una noche en la que él se había prestado a hacerme compañía, ya qué mis padres nuevamente habían salido dejándome solo.
Esa noche íbamos a estar completamente solos y por alguna razón mi corazón parecía estar inquieto con tal solo pensar en eso.

Fue hasta que se presentó esa oportunidad  y sin pensarlo, nuestros labios se unieron por unos pocos segundos, trasmitiendo toda su dulzura tan propia de él, pero había un problema yo no era así de impulsivo, mi mente sabia que lo que estaba haciendo estaba mal, muy mal, ambos éramos hombres y aún si vivíamos en la época donde estábamos, me costaba.
Pero tal vez fue el hecho de que todas esas dudas que antes tenía respecto a qué era lo que me ocurría con el se solucionaron con el siempre roce de nuestros labios, en ese beso pude sentir    como cada centímetro de mi ser se iba tornando más dulce, tan dulce como algodón de azúcar.

En definitiva, ese iba a ser nuestro primero de muchísimos besos

Dulce como un algodón de azúcar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora