Capítulo 3

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Estaba a punto de salir a mi siguiente entrevista de trabajo, cuando de pronto, para mi desgracia, recibo un correo notificándome que fui contratado en donde fui la primera vez. Barry se alegró tanto que nos invitó a comer hamburguesas y toda la mañana se portó como una madre orgullosa del primer día de escuela de su hijo.

—Si tienes problemas para socializar, recuerda que a la gente le encanta hablar de sí misma y recibir halagos. Sé amable con todos —dice anudándome la corbata—. Puedes llamarme si tienes problemas o mensajearme si estás aburrido. Si tardo en responder ya sabes por qué.

—Entiendo.

—Lo harás de maravilla —sonríe, y me da un beso en los labios—. Qué suerte que tu descanso es a la misma hora en que Norman sale de la escuela. No olvides llevarlo con Heather.

—No lo haré.

—Gracias por hacer esto.

Sonrío y le doy otro beso.

Mi horario laboral es de ocho de la mañana a tres de la tarde. No es complicado, en realidad. Tengo un cubículo para mí solo que podría personalizar. Debo responder llamadas. Sacar copias. Firmar documentos. El tiempo pasa volando para mí cuando hago las cosas de manera automática. Mi almuerzo es a las diez, y decido ordenar un emparedado y una soda en la cafetería que queda en el primer piso del edificio. Al mismo tiempo que almuerzo en una mesa apartada, avanzo con un anime que tenía pendiente.

Sin embargo, un hombre de cabello negro y ojos azules se sienta en mi mesa y, al saludarme, me obliga a retirarme los audífonos y guardar mi celular.

—Buenos días —respondo. No quiero que se quede mucho tiempo o trate de iniciar una conversación.

—¿También eres nuevo?

—Sí.

—Me alegra saber que no soy el único desubicado aquí —se echa a reír—. Mi nombre es Robert. Mucho gusto.

—Mucho gusto.

—¿Cuál es tu nombre?

—Steven.

—¿Qué tal el trabajo?

—No es muy complicado, aunque un poco agotador.

—Y que lo digas.

Barry dijo que a la gente le encanta hablar de sí misma, y él no para de hacerme preguntas. Debería intentar invertir las cosas.

—¿Cómo te va a ti? —le pregunto.

—Oh, muy bien —sonríe—. Aunque tuve un pequeño percance con una señora que se equivocó con su número de seguro social. Lo confundió con su número de teléfono. Y hablé con Tatiana, la de recursos humanos. Es muy linda. Me contó un par de chismes acerca del jefe y el demás personal —dice eso último en voz baja.

Charlamos hasta que concluye el almuerzo y volvemos a nuestras respectivas áreas de trabajo. El descanso es hasta la una de la tarde, y consta de quince minutos. Lo suficiente para recoger a Norman de la escuela y llevarlo con mi cuñada.

—Prometo que será temporal. Barry buscará a una niñera.

—No me molesta cuidarlo; pueden traerlo cuantas veces quieran.

Regreso hasta mi puesto de trabajo y las horas marchan rápido. Robert me pide mi número de teléfono antes de despedirse. Recojo a Norman, vuelvo a casa y Barry regresa horas más tarde, emocionado.

—¡¿Cómo te fue?! —me pregunta.

—Bien. —Agranda los ojos, a la espera de que diga más—. Fue relativamente fácil y el ambiente es ameno. Y conocí a alguien. Se llama Robert. Ya tiene incluso mi número.

—¿En verdad? ¡Qué maravilla, cielo! ¡Hiciste un amigo!

—Aún no somos amigos. No creo que me considere como tal.

—Te pidió su número, ¿no? Eso significa que le agradaste o llamaste su atención. No lo pierdas de vista.

—De acuerdo. ¿Cómo te fue a ti?

—Muy bien. Mañana me la pasaré toda la tarde haciendo trazos, así que me preparo mentalmente. ¿Qué se te antoja? Ordenaré comida.

—No lo sé. ¿Qué se te antoja a ti?

—De acuerdo, escogeré de nuevo.

—¡No! Ya lo pensé bien... comida china.
Barry sonríe.

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