Capítulo 2

87 4 1
                                    

Aparté mi mirada. Sentí un ardor por toda mi cara y salí de la cafetería, caminando directamente a mi departamento. No regresé a la cafetería por unas cuantas semanas, hasta que el frío era demasiado y necesitaba con urgencia un café. Entré y tú no estabas. Mientras tomaba mi café pensaba en dónde podrías estar. No se me ocurría ningún lugar, nunca había hablado contigo, no te conocía y ni siquiera te había visto en otra parte. Ya era tarde y tenía que irme.

- Así que volviste.

Me sobresalté, al darme vuelta me di cuenta que eras tú.

- ¡Casi me matas del susto!- te dije.

- Soy Nicolás- dijiste con tu hermosa voz. Me encanta.

- Julieta- te dí la mano y me la besaste.

- ¿Porqué dejaste de venir a verme?

Me ruboricé al escuchar tus palabras. ¿Cómo sabías que te venía a ver?

- Tenía asuntos importantes que atender- te dije, tratando de fingir las incontables veces en que me sentaba a contemplarte.

- ¿Por tanto tiempo?...Te extrañé.

En ese momento me pregunté si en realidad era yo la que te iba a ver.

- Sí, es que voy en la universidad y tengo mucho que estudiar y pasar en limpio y...tú sabes.

- Yo también voy a la universidad.

- ¿Enserio? ¿En cuál?

- En la misma a la que tú vas.

¿Qué? ¿Cómo? Tú ya me habías visto, ya me conocías. 

- ¿ Y cómo es que nunca te vi?

- Quizás porque te sientas muy adelante y nunca miras hacia atrás.

Claro...Me avergonzé. De ahí en adelante no paramos de conversar, hablamos de nuestra carrera, de nuestro futuro, de nosotros, de todo. Me sentía muy a gusto contigo, pero ya era muy tarde y tenía que irme.

- Lo siento Nicolás, tengo que irme.

- Vamos, te acompaño a tu departamento.

Asentí y salimos de la cafetería.

El camino a mi departamento fue un poco incómodo, pero no por estar contigo, si no porque me estaba congelando, mi respiración era fría y no sentía mis pies. Traía zapatos muy delgados como para andar en la nieve.

- ¿Estás bien?- me preguntaste preocupado.

- Sí, sólo tengo frío.

Me tomaste de las piernas y me subiste a tu espalda.

- ¡¿Qué estás haciendo?!

- Salvándote de morir congelada.

Solté un carcajada. Estaba muy cómoda en tu espalda, eras calentito, como un osito, mi osito. 

- Aquí es, mi departamento- te dije mientras bajaba de tu espalda- Muchas gracias.

- Por nada Princesa.

Nos depedimos, y te fuiste, pero subí inmediatamente a mi departamento y me asomé por el balcón. Ya te habías ido.

Y Ahí Estabas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora