¡¿PESADILLA O REALIDAD?!
Despierto sobresaltado, con el presentimiento de que algo anda mal. No soy capaz de identificar mi inquietud, pero es como una espina en el corazón que me advierte de un peligro cercano. Quisiera poder desarrollar un poco más mis intuiciones para saber a ciencia cierta qué es lo que no va del todo bien.
Me desvisto y cruzo la habitación totalmente desnudo con dirección a la ducha. Mi mente sigue preocupada y tratando de descifrar el peligro. El agua cae lenta y agradablemente sobre mi cuerpo y al jabonarme me doy cuenta que mi cuerpo es diferente. Ya no tengo la figura trabajada y vigorosa que solía recordar. En lugar de abdominales duros y marcados, me encuentro una panza fofa y descuidada, pero no sé cuándo ni cómo sucedió eso.
Debo vestirme. Abro mi clóset en busca de ropa para ponerme y me percato que todo es gris o azul o negro. Han desaparecido mis poleras de colores vivos, mis jeans rotos y mis zapatillas que tanto me gustan. No lo entiendo.
Salgo disfrazado de una versión monocromática de mí mismo y en la calle me sorprende una masa de personas vestidas con la misma paleta de colores que llevo yo; negros, grises y azules.
Todos caminan en distintas direcciones, sin sonreír ni prestar atención a nada ni a nadie. Algunos se mueven en completo silencio, otros hablan casi a gritos con un aparato inalámbrico posicionado en su oído y no son capaces de percibir el ambiente que los rodea. Muchos de ellos caminan sin siquiera mirar por dónde pisan, ya que sólo miran las pantallas de sus teléfonos móviles y teclean rápida y laboriosamente sobe sus pantallas.
Podría decir que no hay felicidad. Hasta los colores del entorno son grises y opacos. No sé dónde estoy, ni cómo llegué aquí, pero de lo único que estoy seguro es de que debo salir cuanto antes.
Trato de hablarles a muchos individuos, pero nadie se detiene ni siquiera a mirarme. Todos pasan de mí. Soy sólo parte de un escenario que no les interesa ni siquiera mirar.
Me subo a un tren que se encuentra bajo el suelo. Es asfixiante, extremadamente caluroso y todos los seres que se encuentran a mi alrededor me miran de manera amenazante.
Mu confusión está al límite. Cuando la masa desembarca del vagón, me arrastra hacia fuera junto a ella. Estoy desesperado. Caigo de rodillas en un extremo del andén y las lágrimas se apoderan de mí, preso del desespero y la desorientación.
Pido ayuda, más bien suplico por ella, pero nadie me presta la más mínima atención. De pronto un niño pequeño viene a mí. Al verlo me recuerda mi niñez, de hecho se puede decir que sus rasgos son muy similares a los que yo tuve a su edad. Me toma el hombro y siento la calidez de su manito pequeña sobre mí.
“¿Señor, se encuentra usted bien? – me pregunta con una notoria y real preocupación - ¿Puedo ayudarle en algo?”
Trato de simplificar todo lo que necesito en ese momento, para que sea lo más fácil de entender para el niño. Entonces pienso en lo que más deseo saber y se lo pregunto.
“¿Podrías decirme dónde me encuentro, por favor?” Dije sin más y esperando que la respuesta fuera lo suficientemente explícita para aclarar todas mis dudas.
“Sí claro, señor. – Me dijo el pequeño – Este lugar se llama <RUTINA>”
Mis ojos estaban abiertos como dos huevos fritos y no comprendían nada de lo que acababan de escuchar. Pero sí formulé otra pregunta. “¡¿Dime niño, cómo puedo salir de aquí y volver a mi vida, a donde realmente pertenezco?!”
El niño me miró con dulzura y me respondió “Lo siento, señor. No puede salir de aquí, pues usted mismo creó este mundo.”
Y se fue jugando y saltando por los adocretos del andén, dejándome ahí tirado con mi angustia y desesperanza, sin saber cuánto tiempo más estaría en este lugar.
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Pseudo-poemas y Microcuentos
ПоэзияHistorias que desbordan mi mente desde hace miles de días y noches de sueños increíbles. Espero que sientas lo que yo al escribirlas.