Cartas

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Amelia estaba cansada, la misma rutina todos los malditos días de su vida, el suicidio estaba presente en su cabeza, rondando y esperando el momento donde atacar, el momento donde no pudiera dar más.

El alcalde Gabriel abusaba constantemente de su poder, y también, si llegaba a engañarla, Amelia debía aceptarlo y seguir haciendo su trabajo en casa, lo cual la molestaba mucho.

Gabriel en ocasiones si se preocupaba por Amelia, la veía por las noches llorar, en la cocina hablaba sola lo que no era normal, ya no sonreía nunca, su piel era pálida y sus ojos tenían ojeras, se le veía muy desgastada y se enfermaba seguido, ya nunca tenía esa imagen de paz y ternura, su luz estaba por extinguirse.

Amelia se sentía sola, y no podía ser libre, su pesadilla era su realidad, fue condenada a ser una sola alma con una persona que no le gustaba, ella sospechaba que la engañaba, sin poder evitarlo, quería terminar con su vida sin sentido, de igual manera nadie la extrañaría, nadie la recordaría y a nadie le agrada su presencia, el mundo no iba a cambiar si ella desaparecía, eso pensaba.

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21 de Agosto.

Una mañana fría, la noche anterior con una intensa lluvia, el rocío en el jardín y las ventanas empañadas.

Las 6 a.m

Amelia despertó, la poca luz entraba por la ventana colándose entre las cortinas, ella se levantó, se arregló, y fue a preparar el desayuno.

Después de unas horas Gabriel termino de desayunar, tomo sus cosas, y como siempre se fue.

Gabriel: adiós Amelia

Amelia: adiós Gabriel

Amelia cerró la puerta, recogió todo, arregló la casa, y se sentó un momento para reflexionar.

Mente de Amelia:

Hoy será el día, no aguanto más una orden de ese maldito diablo, de todos modos nunca seré feliz, si escapo y me caso de nuevo será la misma historia,¿ es cierto que en esta vida las mujeres solo vienen a servir, siendo felices o no? Claro, a quien le puede interesar mi bienestar, lo haré, tal vez en la otra vida me valla mejor, aquí no eh tenido ni un maldito minuto de felicidad, ni siquiera entiendo la realidad, solo soy una luna girando alrededor de la tierra, este es un mundo de hombres, mejor daré un paso atrás, aún así no siento nada por Gabriel y el nada por mi no me pueden obligar a amar a alguien o si? Me siento muy pequeña a lado de el, cuando se supone que gracias a él soy también la gran señora Leos, debo tener inmunidad, pero es lo contrario con él, el me trata como su esclava, no como un ser que ya es parte de él, decidido, me iré.

Y así lo pensó, pensó mil formas de quitarse la vida, cortándose las venas, tomar muchas pastillas, ahorcándose, envenenarse, alguna arma de fuego, etc.

Decidió envenenarse, pensaba que era menos doloroso, así que comenzó de nuevo a llover, ella preparo una copa de vino y consiguió una píldora del suicidio.

Se sentó junto a una gran ventana, viendo las gotas de lluvia al caer, aturdida y abrumada por la duda se ve triste en la soledad a una bohemia ya sin fe, con los nervios destrozados, y llorando sin remedio como loca atormentada.

Esta tarde mordió la copa de vino y le hizo un cortante filo que su boca destrozó y la sangre que brotaba, confundiose con el vino, de nuevo fue por otra sin importar el dolor, se sirvió en la copa rota y disolvió la píldora, se sirvió pues la destroza esa fiebre de obsesión, quiere sangrar gota a gota el veneno de opresión.

Ya estaba decidida, soltó una lágrima, estaba a punto de tomarla.

Toc toc toc

Ella no contesto.

Toc toc toc

Ella volvió a su copa, y cuando intento tomar, un sobre se asomo por debajo de la puerta en el gran salón, ella intento ignorarla, pero tenía algo que le decía que fuera a ver.

Ella dejó a un lado la copa aún con sangre y fue a tomar el sobre para leerlo.

21 de Agosto

Estimada Amelia Leos:

Recuerdo aún cuando te ví por primera y única vez, era un hermoso día a principios del soleado Mayo y tú vestías un hermoso vestido blanco como la nieve en invierno, tus lindos cabellos cuál rayos de sol alumbraron mi vida, tus ojos celeste  iluminaron mi cielo, tu piel suave mi dulce alivio, me encantas desde esa hermosa vez en el campo de violetas, Amelia, ese hermoso nombre es digno de ti, no soporto la soledad que me inunda cada día más sin ti a mi lado, tu, eres una melodía que está sonando en mi cabeza hace ya tres meses.

Perteneces a otro hombre, un hombre machista y oscuro que opina igual que todos, que la mujer solo está aquí para servir a los hombres, hermoso rayo de luz yo no creo esas cosas tan tontas, mi pensar, mi verdadero pensar es que las mujeres son aquellos seres llenos de vida y amor que merecen todo el crédito por las cosas que existen, son ustedes seres independientes y no dudo que tú más que nadie lo eres, mi bella flor no puedo vivir como se debe si tú no estás, te escribo con la esperanza de que te encuentres bien y dónde te mereces, en la cima del mundo. Me enamore de ti perdidamente, eres aquella estrella fugaz que alumbra mis noches, no me olvides te lo ruego, espero que tú marido te sepa valorar.

Con amor desde mi corazón
Ricardo Vera

Amelia se quedó impresionada, alguien la quería y alguien la valoraba, aún se preguntaba cómo sería el rostro de Ricardo, en el último encuentro no lo vió muy bien, y desea poder conocerlo, ahora sus ilusiones suicidas se fueron por completo, ya tenía una razón para vivir, alguien le dió fuerzas y una opinión diferente sobre la perspectiva de la sociedad de como deben ser las mujeres, ella por fin conoció el amor, era merecedora de un admirador.

Fue en dirección de la copa con vino y sangre y lo derramó sin importancia y sin intenciones de tomar una gota.

Esas cartas llenas de poesía le han devuelto la alegría, ¿Quien era Ricardo, aquel que le escribía esos versos? Amelia guardo la carta, obviamente no iba a dejar que su marido la viera, ella seguiría aguantando día a día con la ilusión de ser querida.

Ramito De VioletasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora