La profecía de Petunia

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A Lily se le complicaba mucho sentirse triste o aburrida en Hogwarts, especialmente en su sexto año, cuando la vida parecía más sorprendente e interesante. Los largos pasillos, las interminables salas y la infinita cantidad de libros en la biblioteca, eran suficiente para ella. Especialmente cuando estaba acompañada de una sonrisa suave y una nariz larguirucha. Remus era su mejor amigo, lo amaba como si fuese su hermano y era imposible para ella encontrar su compañía algo menos que agradable.

Aunque últimamente, sus estadías en la biblioteca o en el gran comedor, se habían visto acaparadas no solo por la cálida presencia de Remus, sino también por chistes de doble sentido de Sirius, los elocuentes comentarios de Peter y, especialmente, los chispeantes ojos castaños de James, que parecían mirarla como si fuese lo más interesante y hermoso del mundo.

Sin embargo, no todo podía ser miel sobre hojuelas. Y lo descubrió de la peor manera, aquella mañana, cuando llegó la correspondencia.

Siempre se emocionaba cuando Ringo, la lechuza parda que usualmente buscaba en la lechucería para enviar el correo a casa, aterrizaba en la mesa de Gryffindor y dejaba caer los sobres o paquetes justo frente a su plato, para luego tomar el trocito de tostada que Lily siempre le daba.

Sus padres siempre eran muy amorosos. Le entristecía un poco que no pudiesen enviarle vociferadores, pero las reconfortantes palabras en la curva caligrafía de su madre o en las inclinadas letras de su padre, siempre lograban animarla. Sin embargo, se sorprendió cuando notó un sobre de un rosa suave entre su correo. El papel era el que usualmente adornaba las libretas de Petunia, pero incluso si no supiera eso, la minúscula y cuidadosa letra hubiese sido suficiente.

Petunia nunca escribía. Y en vacaciones nunca se interesaba en preguntarle a Lily sobre sus clases, o sus amigos. A pesar de eso, Lily siempre preguntaba por su hermana mayor en sus cartas y la semana anterior, tras haber llegado de Hogsmeade, había metido en un sobre junto a una nota el regalo que le había comprado. No sabía muy bien por qué, pero el collar por alguna razón le recordaba a su hermana.

Se trataba de una delgada cadenita de plata que a final tenía un giratiempo. Falso, claro. La diferencia de aquel artilugio y un giratiempo real, era que este no funcionaba, sino que al girarlo, la arena del pequeño reloj brillaba y cambiaba de color.

Lo había comprado a pesar de saber que su hermana no aprobaba su estilo de vida, a pesar de que nunca se había interesado en la magia. Petunia gritaba cuando ella estaba en casa y recibía lechuzas que se paraban en la mesa del comedor. O cuando Lily practicaba sus hechizos, su hermana decía que las retahílas en latín eran cosa del diablo. Quizás con aquel detalle, Petunia sabría que ella sí pensaba en ella, que seguía siendo la misma Lily con la que armaba fuertes de sábanas para jugar muñecas, la misma Lily con la que organizaba fiestas de té con osos de felpa.

Abrió el sobre enseguida, con un curioso James observando de reojo mientras contaba los nuevos cromos que había recibido desde Londres para su álbum de quidditch.

El corazón le cayó a los pies cuando el collar repicó sobre la madera pulida de la mesa, el reloj astillado y el latón a su alrededor doblado y torcido.

Tragó saliva, sus dedos comenzando a abrir el perfumado papel, a pesar de que la emoción inicial que le había recorrido cuando vio la carta, se había esfumado.

"Lily:

No sé qué se te ha metido en la cabeza para creer que regalarme una de tus baratijas embrujadas era una buena idea.

Quizás tú y nuestros padres estén orgullosos de lo anormal que eres, pero yo sé perfectamente que con esa vida que llevas, no durarás mucho en este mundo. Y honestamente, no quiero ser parte de ello.

Ah, y una cosa más, hazme el favor de no volver a enviar nada que se dirija directamente a mí. Las bestias que llegan con las cartas me ponen de los nervios.

Petunia."

No se contuvo en arrugar entre sus dedos el papel al terminar de leer la escueta y fría carta.

Sintió un nudo formarse en la garganta y antes de que los demás pudiesen verle las lágrimas, se levantó de un tirón y avanzó a rápidos pasos fuera del gran comedor.

Sin apenas darse cuenta, sus pies la llevaron a la torre de Astronomía, ese recóndito lugar de Hogwarts que ya no se usaba mucho, incluso se encontraba lleno de polvo y telarañas sobre los abandonados muebles y libros.

No notó cuánto tiempo pasó allí, sentada frente a la barandilla que evitaba su caída varios metros hacia abajo, observando el cielo, donde de vez en cuando una lechuza ululaba mientras descendía en picada, posiblemente hacia la lechucería. Solo supo que decidió levantarse cuando el cielo comenzó a pintarse de bermellón y azafrán, cuando la vista ya se le había cansado de tanto cielo y tantas lágrimas.

En ese momento, Lily no podía saber que la premonición de su hermana, de una u otra forma, se cumpliría algunos años después.

No podía saber que el mundo de la magia, ese que la había acogido y le había regalado un verdadero lugar en el mundo, sería el responsable de su completa felicidad y también del fin de su vida.

La joven Lily no sabía en ese entonces que su apellido cambiaría por el de quien era su novio en ese momento, no podía saber que momentos oscuros se cernían con fuerza sobre sus cabezas. Lily no sabía que alguien quien consideró un amigo incondicional, sería el primero en traicionarla a ella y a James sin mirar hacia atrás. No sabía que a quien consideraba cuñado y hermano de James, sería culpado injustamente y encarcelado durante doce largos años, dejando completamente solo a quien ella consideraba hermano suyo.

Y especialmente, Lily no tenía idea, aquella tarde de 1976, que su vida acabaría prematuramente, unos pocos minutos después de haber perdido al amor de su vida en manos del mago más despiadado de todos los tiempos. Lily no sabía que tendría un hijo al que amaría más que a sí misma, y que lo dejaría solo en un cruel mundo donde sería perseguido, juzgado, acusado y presionado.

Lily Evans no tenía ideade que su vida de bruja, esa que le había regalado tanta felicidad y unafamilia, sería la que acabaría con ella y que sería lo que masacraría a casitodo lo que ella amaría en sus cortos veintidós años de existencia.

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Holi, holiiii. Vengo con alguito un poco triste, la verdad. Pasa que siempre pensé que parte de la actitud de Petunia, venía de que al no interesarse en el mundo mágico y ser ignorante, en el fondo se preocupaba por Lily, solo que los celos no dejaban que plasmara otra cosa que no fuese rabia y desagrado. 

Por otro lado, ¿qué les pareció? Personalmente, Lily es de mis personajes favoritos. 

Aviso de antemano que el próximo one shot que suba acá, será Wolfstar, así que prepárense.

Nos estamos leyendo, bebus. 

—Ana. 

Marauders OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora