Nunca despiertes a un dragón dormido

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Poco a poco, el sol escocés comenzó a ser casi insoportable, y antes de que lo notaran, junio había llegado y con ello, el final de su último año en lo que se había sentido como el verdadero hogar.

Pero ellos no pensaban en eso, no, aún no. Sirius Black tenía la mente en blanco mientras se lanzaba en picada desde lo más alto de las nubes, su escoba y él mismo siendo un borrón en el cielo en lo que sería su último partido como capitán del equipo de Quidditch de Gryffindor.

Slytherin contra Gryffindor se enfrentaban en aquel clásico y último juego de los alumnos de séptimo curso, el cual llevaría a Gryffindor a ganar la Copa de las Casas por séptima vez consecutiva, era un hecho, Sirius no se permitía pensar de otra manera, ni siquiera cuando el marcador rezaba "Slytherin 90 | Gryffindor 30" No. Perder no era una opción.

Sirius descargaba la tensión y la ira contenida durante semanas en cada patada o golpe que le proporcionaba a la quaffle cuando veía que se acercaba demasiado a los aros de su equipo.

Las bludgers volaban por el aire, y por el rabillo pudo ver dos manchas, escarlata y esmeralda, yendo hombro a hombro a toda velocidad detrás de un destello dorado.

Regulus y James volaban en diferentes direcciones y luego lado a lado de nuevo, ambos persiguiendo la victoria de aquel partido.

—¡Deja el maldito ballet, Cornamenta, esto no es un jodido recital de verano!

Pero James Potter no escuchaba nada. Ni a la multitud en las gradas, ni los gritos enojados de Sirius, ni prestaba atención a nada que no fuera la brillante snitch volando a toda velocidad frente a él. Apenas era consciente de la presencia de Regulus Black a su lado, quien, debía admitir, era un muy buen buscador.

En algún punto de las gradas de Gryffindor, Lily contenía la respiración cada vez que James hacía una pirueta demasiado arriesgada, Remus se mordía insistentemente los dedos y se quedaba momentáneamente quieto cada vez que una bludger volaba demasiado cerca de Sirius. Y Peter había ocultado su rostro con sus manos, alegando que si seguía mirando, vomitaría de puros nervios.

Sirius soltaba un gruñido casi canino cada vez que la pelota impactaba contra él, habían logrado acumular 60 puntos más, empatando el partido y el condenado de James seguía detrás de la snitch, con Regulus una cabeza más adelante.

—¡Maldita sea, James! ¡¿Dejarás que Reggie atrape la pelota?! ¡¿Frente a Evans?! ¡Debería darte vergüenza! ¡El viejo Godric debe estar retorciéndose en su tumba!

La comisura derecha de James se alzó mientras se lanzaba en picada. La manera de animar de Sirius era extraña, pero bastaba para que el león que llevaba dentro rugiera con todas sus fuerzas mientras sentía la madera de la escoba quemar bajo sus manos.

—¡Deja tus ladridos para otro día, Canuto!

Regulus mantenía los ojos fijos en la pelota, aunque sus oídos estaban plenamente conscientes de cada cosa que decía su hermano.

Y quizás, solo quizás, si él no hubiera prestado atención, si él no hubiera anhelado por un microsegundo que aquellos gritos de apoyo, aquella camaradería hubiera sido entre él y Sirius, no se encontraría ahora maldiciendo en voz alta como no lo había hecho nunca mientras James Potter daba una pirueta ridículamente peligrosa y alzaba el brazo en alto, la brillante snitch aún aleteando furiosamente entre sus dedos.

Las gradas de Gryffindor estallaron en vítores y Sirius se lanzó de su escoba en cuanto James tocó el suelo con los pies, lanzándose sobre su espalda y revolviendo su cabello.

—¡Muy bonito, Jamie, hasta se me han saltado las lágrimas!

James lanzó una carcajada, intentado mantener el equilibrio con el peso de Sirius sobre él.

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⏰ Última actualización: Jan 25, 2021 ⏰

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